«Parece mentira las cosas que veo… por las calles de Montevideo», canta Jaime Ross en una de sus canciones. Carlos, un amigo de la juventud, allá por la década de los ’60, cuando andábamos de un sitio a otro simplemente divagando por la ciudad, solía comentar a menudo ante ciertas cosas que veíamos… «Lo que hay que trabajar para vivir sin trabajar». Sí, la ciudad de Montevideo nos sorprendía en aquel entonces y nos puede sorprender una y otra vez con ciertos acontecimentos que se pueden presentar ante nuestra vista, en cualquier momento. El ingenio da para mucho. Si se utilizara para algo productivo, ¡cuánto nos podría beneficiar! Por ejemplo, como una atracción turística… «Señor visitante, en esta ciudad usted verá cosas insólitas». Solo habría que avisar a los protagonistas que continúen con lo que están haciendo, sin preocuparse de la presencia de observadores, cámaras, etc. y continuar con «su labor».
Tanto la foto como el texto que sigue me lo envió por mail Sonia, una amiga uruguaya que vive en Alicante. A su vez a ella se lo envió un tercero y así seguirá hasta… Pero eso no importa, con la intención de «pedir permiso» al titular de la nota, que ¡quién sabe quién es!, apenas sabemos que se llama Jorge, paso a transcribir lo que recibí (con mínimas correcciones de puntuación y poco más):
«ME LA MANDÓ UN AMIGO QUE VIVE EN SUECIA…»
«Aquí les mando el mismo texto pero con fotos del famoso muñeco. Si alguien quiere más info, que me llame.»
un fuerte abrazo
«Hola a todos, como saben me estoy castigando todas las mañanas caminando y bañàndome en la playa. Pero no es el motivo de ésta el ponerlos envidiosos sino compartir algo que estuve a punto de creer que estaba soñando, tan así que le pregunté a una pareja que estaba en la playa Malvin, a mi lado, si era cierto lo que veìamos. Y sí, era verdad.
Para mi sorpresa la lámpara golpea al operario en la cabeza pero este se mantiene impasible mirando el mar. No se le movía nada de tan concentrado que estaba. (Al menos eso fue lo que le pareció a quien escribió esta nota). Pasaron unos largos minutos y vuelvo a mirarlo y allí estaba el operario, como custodiando la playa. Entonces, el chofer del camión se sacó el uniforme, quedando en bañador, y cruzó la playa hacia el mar y… ¡se dió una zambullida como de 15 minutos! ¡Y el otro allá arriba, como observando las olas!
Bueno prometo mantenerlos informados. Estoy muy bien aunque extrañando lo que no tengo.»
un fuerte abrazo
Jorge
Hasta aquí la sorpresa y el testimonio de Jorge, que por lo que se intuye es un ciudadano uruguayo que vive en el extranjero y estaba de visita en su tierra. La verdad que mucho ingenio el del funcionario municipal. «Cuanto hay que trabajar para vivir sin trabajar»… «Parece mentira las cosas que veo…» Cosas como esta no deberían sorprendernos, pues venimos observando la ‘viveza criolla’ desde… ¿qué voy a decir? Me pareció escuchar una voz, tal vez desde… «¡Desde el principio de los tiempos!» Habría que convocar al Canario Luna para que nos cuente en que otras canciones se habla del tema, o a Carlos Gardel, quien sabe cuantas letras de tango hablan de lo mismo, o a Obdulio Varela, quien seguramente nos ilustrará acerca de algunos pormenores de ‘la viveza criolla’ y quien sabe a cuantos otros podríamos convocar para que nos ilustren.
Recuerdo a algunos «escolares» que se subían al ómnibus en mi misma parada de Avenida 8 de Octubre y Pan de Azúcar. Yo era de la misma talla y edad también, catorce o quince años, e iba a mi empleo de mandadero en la fábrica del barrio Capurro. Cada viaje, en dos autobuses, me costaba nada menos que una ‘chanhita’ de plata de veinte centésimos. Aquellos «escolares» también como yo, iban a trabajar como aprendices de mecánico a unos talleres. Al ir vestidos con la túnica blanca y la moñita azul, el guarda no les podía cobrar el boleto. Al llegar al taller guardaban la túnica y la moñita en un bolso esperando a cumplir su función en el viaje de regreso. Ante mi comentario en la fábrica, algunos compañeros, todos mayores, claro, me comentaban entre risas… «Y, algún día te vas a tener que avivar». Por estos días circula un ‘single’ publicitario en la televisión, que no se refiere a esto por cierto, pero que casualmente dice… «Algún día, algún día te vas a avivar».
Realmente increible. ¿Pasará en otras partes del planeta?
Espero, sinceramente, que nunca nos avivemos… por lo menos tendremos la conciencia tranquila. ¿O no? Disfruten del veranito que el invierno, acá, nos tiene congeladitos… Abrazo.
Así estamos Manuel, se caen las columnas, se caen los árboles en pleno verano, sin correr una brisa, las luces se apagan en la noche y se prenden en el día, se hunden las veredas por caños rotos y las raíces de los árboles, mi barrio esta lleno de ratas, tucu tucu, y comadrejas. Muy bien parece mentira las cosas que veo en las calles de Montevideo, puedo hacer una lista. Decidme ¿puedo usar la carta de Jorge para ponerla en facebook me gustaría mucho?
Mira, Elena, yo ya me tomé la libertad de poner esta nota en el blog, la tomé de un mail-cadena, sin consultar. Pienso que lo que se pone en la red es para divulgar. Si acaso el titular objeta algo elmino la nota. Ahora, en el facebook ya está, las notas del blog salen automáticamente allí. Así que, de haber un infractor, ese sería yo. Tú haz lo que te parezca.- En cuanto a si pasa en otras partes del planeta, Iris. Tal vez no en muchos lugares, pero yo creo que sí pasan estas cosas en otras partes del mundo también, aunque en el ‘ranking’, sin duda estamos en el primer puesto.