Llevaba más de cinco años en Uruguay y me seguía sorprendiendo contínuamente. Atrás había quedado «el mandadero de la fábrica Cooper», ahora trabajaba como auxiliar de Contaduría en una empresa del Centro, donde muchachos y muchachas (algunas muy agradables) nos desempeñábamos mezclados en las diversas secciones. Se trataba de otra etapa. Iba descubriendo muchas cosas nuevas en mi nuevo ambiente, generalmente positivas, pero no todas lo eran tanto. «Esas, tendrás que tratar de superarlas, olvidarlas pronto, si no, no te dejarán disfrutar de las buenas»… me decía mi madre.
Corría el mes de abril, otoño pleno, tan agradable como lo son las primaveras, cuando de pronto todo comenzó a cambiar en forma paulatina pero drástica. Sigue leyendo