Imagen y pensamientos para despedir al 2012 y recibir el 2013

 

Piriápolis, Uruguay. Costa atlántica.

Piriápolis, Uruguay. Costa atlántica.

Se supone, o al menos yo supongo, que en este tiempo comenzamos a transitar una nueva era tendiente al realce de la espiritualidad. Se habla por ahí de las ondas electromagnéticas que circulan permanentemente a través de la corteza terrestre, de la correción del eje de la tierra que tuvo una desviación, aunque mínima pero desviación al fin, cuando el terremoto de Japón en 2010 y que habría tenido otra corrección hace unos días. Bueno, que hablen de ese tema los que entienden, yo me limito a escuchar a ver si con suerte capto algo que pueda llegar comprender y a opinar levemente acerca de lo que voy percibiendo respecto a formas y cambios de actitud de nosotros los protagonistas de este Mundo.

Y yendo a lo que percibieron mis sentidos, haré a priori el siguiente comentario… Este último año vi tantas miserias, ¿o será que casualmente puse más cuidado en la observación?… Me refiero a «enfermedades del alma»… ¡incurables! Qué lamentable que sean incurables, pero sí, lo son, salvo muy escasas excepciones. Las enfermedades del cuerpo pueden llegar a ser terribles y las enfermedades del alma pueden llegar a superarlas. La enfermedad de la codicia, ¡la enfermedad del poder!, la avaricia, la necedad… La enfermedad de la maldad premeditada, que se puede manifestar de formas muy variadas. El daño, casi siempre pasajero, que producen en los demás, va «vacunando» a las víctimas hasta que llega el momento en que no le afectan, pero el que «envía» la mala onda, el mal, a la vez de producirlo lo padece, porque está dentro de él, si no, no lo podría expulsar y el indivíduo dañino es el que se va envenenando cada vez más.

Queriendo, siempre se encuentran soluciones y es así que para que «las cosas» funcionen mejor, o mejor dicho como deben funcionar, en gran medida depende de nuestra actitud hacia los demás y ante la vida. Por más que queramos mantenernos al margen, pasar desapercibidos… ¡todos somos protagonistas! Para bien de cada uno es importante comenzar cuanto antes con la práctica de una mentalidad positiva, sobre todo solidaria y comprensiva. Lo bueno también se contagia y con una fuerza increíble.

Oportunidades de recuperación se le presentan una y otra vez al indivíduo que permanece encerrado dentro de un mundo egoísta, bastaría con ayudar a un anciano o un minusválido a cruzar la calle, o ayudar a cuidar un enfermo, o ir a visitar a un amigo que está necesitando una voz de aliento, o simplemente dar «algo» a un necesitado y si es en forma anónima… ¡mejor! Se sentirá tan bien que de pronto hasta estará deseando repetir la acción de filantropía. Si engancha esa onda comienza a curarse y de pronto se percata de que lo que dio no le afectó en absoluto, al contrario, de pronto le parece que «tiene más que antes».  Y sí, lo que realmente tiene es más riqueza espiritual, que es la que vale.

¡Qué curioso!, el que no da nada es como el que no cree en nada, nada lo conforma. Solo el tintinear de las monedas de oro le produce un placer efímero, como al «tío rico Mac Pato» frente a la caja registradora, sus ojos despiden fulgores, pero solo por un momento. Es algo así como una droga, creo, el placer dura solo un momento, después la desazón, la desidia y otra vez a la búsqueda de lo material hasta «morirse de aburrimiento». Algunos acumulan tanta riqueza material que aunque vivieran N vidas no tendrían la capacidad ni el tiempo de utilizarla en su provecho y sin embargo la ambición desmedida los lleva a estar corriendo siempre detrás de una nueva mina de oro.

Bueno, dejemos la crónica oscura ya de una vez y vayamos a lo positivo, para lo cual por esta vez recurro al recurso de recordar parte de la nota de hace un año en la que comentaba…

«Recuerdo en este momento un hecho ocurrido en el ómnibus 76 de Amdet, en el recorrido tranversal desde el sur de la ciudad, de Punta Carretas, el encantador barrio residencial con aire de distinción, a Capurro, situado al oeste de la bahía, el barrio fabril de clase media, trabajadora… ¡lindo barrio también! El ómnibus circulaba siempre con muy pocos pasajeros. Yo ascendía en Av. Garibaldi y Av. 8 de Octubre para trasladarme a mi empleo de mandadero en la fábrica Cooper, y elegía siempre asientos delanteros porque me agradaba apreciar el paisaje de frente y también observaba la conducción del circunstancial chofer. Con uno de los choferes coincidía a menudo, se trataba de un hombre muy alto, de unos cincuenta años, muy calmado y con una media sonrisa permanente. Nunca faltaban las expresiones agradables hacia las personas mayores que subían o bajaban igual que para los niños. Pero lo que más me llamaba la atención en su actitud era que, cuando subía o bajaba alguien con notorias dificultades de traslado, él se levantaba de su asiento… ¡sí, dejaba de conducir! y ayudaba a esa persona a ascender o descender del autobús.

Varios años después de dejar de transitar por esa línea del 76 me encuentro con ese chofer pero como pasajero en otra línea de autobús y espontáneamente lo saludé y él me reconoció… “Tengo cincuenta y ocho años y ya me jubilaron”… “Entonces, ¿usted se aburre, a veces?” “Nada de eso, me dedico a tantas cosas… como leer mucho, pero sobre todo ayudar a la gente necesitada, de pronto me voy todo un día a un barrio carenciado y allí ayudo a alguna viejita que vive sola, le hago los mandados y le aseo algo la casa…” “¡Qué actitud la suya y que sacrificio!” “No, no es ningún sacrificio… lo hago porque siento que puedo ser útil a los demás y no hay nada que me haga sentir mejor que brindar mi ayuda a quien la esté necesitando… ¡Ah!, a veces también me paso el día colaborando en el “Vilardebó” -el hospital siquiátrico-!” Vaya… no esperaba encontrar un ser así, aunque sé que existen “los elefantes blancos”, pero por lo general no se ven, porque no se hacen notar -por más elefantes que sean-, son tan discretos que pasan desapercibidos… Y el chofer jubilado siguió su camino, a cumplir quién sabe que misión ese día, con la amplia sonrisa dibujada en su rostro, que reflejaba su verdadera tranquilidad de espíritu.»

Por supuesto que hay muchos más ejemplos para destacar, pero eso lo haremos otro día…                       ¡Feliz Año 2013!

Reflexiones para la Navidad y la Nueva Era

Catedral de Santiago de Compostela
Fotografía copiada de Facebook – «Compostela en la Onda» –
ALUMBRADO PUBLICO- AHORRO ENERGÉTICO: "HAI ZONAS NAS QUE SE VE UN POUCO MENOS QUE ANTES, REDUCÍUSE A INTENSIDADE CUNHAS LUMINARIAS DE MENOR CONSUMO": Así lo ha explicado en ONDA CERO el concejal de Alumbrado Público compostelano Luis Bello que ha insistido en otras medidas "más drásticas como apagados parciais, nalgúns sitios se apaga unha farola de cada tres, e por exemplo no vial do Polígono do Tambre, así como no propio poligono". Luis Bello destaca que "hai parques públicos onde se apagan as luminarias en horas determinadas como é no parque das Cancelas". El concejal de Alumbrado público avanza que "para o 2013 prantexaremos máis aforro a través dun concurso que conleva a modernización das farolas e o alumbrado no concello de Santiago con bombillas led". Se está estudiando que en los presupuestos del próximo año se incluirá un estudio energético para ver cual es el consumo de cada una de las lineas
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Dos fotografías que convergieron en distintas fechas, procedentes de los mismos lugares protagonistas que inspiraron el nacimiento de «Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante», publicado este año y presentado recientemente en Guadalajara, Jalisco, México -la Nueva Galicia-
Dotado de cierta dosis de espiritualidad, acorde a la Nueva Era que comenzamos a transitar, este emotivo libro se adelantó a los acontecimientos y unos meses antes del «fin del Mundo», o mejor dicho, del fin de una era, salió a la luz con la esperanza de ocupar un lugar y ser simplemente un libro más, que deje mensaje y aporte algo positivo, a fin de contribuir con la esencia de «un nuevo orden espiritual», que esperamos «nos envuelva» a todos.
Estamos viviendo una época violenta, que ojalá comience a decrecer, para lo cual se necesitan mayores dosis de espiritualidad, energía positiva, filantropía y comprensión. El altruismo siempre fue un valor protagonista en la humanidad, de pronto se hace notar poco porque proviene de espíritus superiores que actúan más bien en silencio y en el anonimato. Siempre existieron esos «espíritus superores», de lo contrario… ¡pobre de nosotros!
Pasando ahora al mensaje que aportan algunos libros, a propósito es oportuno recordar la actitud del sabio ermitaño, protagonista del cuento «Dos cofres de plata», el mensaje que se desliza en «El niño ciego», la solidaridad que emana del encuentro entre los tres protagonistas de «La carta de Amelia», tres historias de las cinco que comprende «El bosque de la condesa».
Comentaremos en una próxima nota, o mejor dicho recordaremos, la actitud de aquel chofer del ómnibus de la línea 76, de Punta Carretas a Capurro, que figura en la última entrada de 2011 de este blog, así como también algunos pasajes de «La Galicia de Montevideo. Una biografía de Xesús Canabal», para destacar el tópico que nos ocupa hoy.
Para finalizar este comentario, voy a destacar un hecho ocurrido hace unas pocas semanas, solo uno de los tantos del mismo tenor, que ocurren a través del tiempo, relacionado con el Hogar Español de Ancianos:
Hace algunas semanas un señor español se comunica con la Administración y pregunta cuales son las necesidades del Hogar, la lista era tan extensa que, al conocer el motivo de la pregunta, la administradora redujo la lista a tres artículos a fin de aliviar la acción del filántropo. Unos días después este señor se presenta con una camioneta cargada con su obsequio: varios cientos de pañales descartables y docenas de sábanas blancas y toallas.
«El sábado pásado cumplí ochenta años, hice una fiesta y a todos los invitados les dije que no aceptaría regalos personales de ninguna forma ni bajo ningún concepto, si acaso querían contribuir con algún obsequio deberían elegir entre los tres artículos que les indiqué. El resultado es estos obsequios de mis amigos, que contribuirán a aliviar las necesidades notorias del Hogar Español de Ancianos de Montevideo.»
El nombre es lo de menos. Este tipo de «espíritus superiores» prefiere mantenerse en el anonimato y el silencio y a veces hasta se molestan si se les agradece mediante alguna nota. ¡Ni que hablar de publicidad de algún tipo, por supuesto!

Premio Colegio Cervantes de Montevideo

Mi agradecimiento al Colegio Español Cervantes en la persona de su director Carlos Cambón, recibido el 14 de diciembre de 2012, durante el transcurso de la «fiesta de fin de cursos» realizada en el Club 25 de Agosto. Una satisfacción recibir tal distinción, también el compromiso para la comunicación con alumnos de este colegio, mediante charlas coloquiales, a fin de contribuir a la «animación a la lectura», actividad que tan buenos resultados generó ya en otras aulas.

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Presentación de «Desde el otro lado del mar» – FIL 2012, Guadalajara

Con dos amigos en la mesa de presentacion, «mis padrinos», el arquitecto Enrique Valcarcel, mexicano, hijo de don Manuel un emigrante de mi tiempo, de las tierras de Orense (Ourense a terra da chispa), que en 1952 eligió México como su segunda patria. A mi derecha Jorge Luca, uruguayo, que hace veinticinco años, así como don Manuel también él decidió quedarse para siempre en los llanos de Jalisco, la Nueva Galicia como le decían en el tiempo de «la conquista», tierras de gente amable, solidaria, donde la tradición es un culto.
Presentación de "Desde el otro lado del mar" en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2012)

Presentación de «Desde el otro lado del mar» en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2012). De izq. a derecha: Jorge Luca, Manuel Losa y Enrique Valcarcel

La organización de FIL nos otorgó una de las numerosas salas, moderna, provista de un excelente servicio, pero eso sí, en el único espacio posible debido a la gran demanda de salas para las presentaciones de libros que se suceden contínuamente durante todos los nueve días que dura el evento, cada hora en punto desde las tres de la tarde hasta las siete. Y nos tocó un día después de la inauguración oficial, el domingo 25 de noviembre a las cuatro de la tarde.
A mil quinientos metros de altitud, sin la humedad de la costa y con una temperatura de unos 25º, uniforme en esa época del año, otoño… un clima muy agradable, ideal. Pero, un domingo y a las cuatro de la tarde… «Si concurre alguien será un milagro».
Pasados unos minutos de la hora de comienzo les dije a Enrique y Jorge: «tendríamos que empezar pero las principales autoridades aún no llegaron». De inmediato una voz a mi espalda me anuncia… «Embajador de Uruguay, presente… fui el primero en llegar». Al mismo tiempo el cónsul de España en Guadalajara ingresaba al salón.
Fue muy emotivo comentar acerca de la sensibilidad que encierran los temas que comprende el libro que habla de los regresos del emigrante, las expectativas, los desencantos y las sorpresas agradables casi al mismo tiempo, la esencia de los seres de una tierra con espiritualidad aunque algunos hagan méritos como para demostrar lo contrario, el mágico paisaje que se presenta de pronto entre los pinares a través de la costa de la muerte o en cualquier lugar, en fin… Tanto comprendieron la sensibilidad del emigrante y se identificaron en algún aspecto con lo que se comentaba, el embajador, descendiente de emigrantes italianos, como el cónsul, madrileño, como los colegas de las editoriales de León y otros lugares de la Península, así como los integrantes de la Asociación Galega de Editores o los que estaban a cargo del stand de la Xunta de Galicia.
Pero México es tierra de muchas sorpresas y una cultura ancestral y en algunos de esos temas tengo intención en incursionar en las próximas notas. Enrique, en un viaje que hicimos el día anterior a Tequila, la tierra del «agave azul», la planta que le da vida a la famosa bebida mexicana, me hablaba de «los niños de Morelia», ni más ni menos que «los niños de la guerra», sobrevivientes de la cruenta guerra civil española, a unos los mandaron a Rusia, a otros a México, a Morelia. También tuve esta vez la oportunidad de conocer algo acerca de la distribución de libros gratuitos en «todo» el territorio mexicano. Imaginemos una camioneta cargada de libros, con tres ocupantes, saliendo temprano en la mañana de un poblado de Nararyt para recorrer caminos (senderos escabrosos entre las montañas, al borde de precipicios, no carreteras) interminables y solitarios… ¡durante catorce horas! para llegar hasta un pequeño núcleo poblado, donde hay una escuela.
¡Qué distintas son otras comunidades que viven en lugares tan apartados! ¡Qué realidad tan diferente! Ya pronto incursionaremos más en ese tema y hablaremos acerca del aprecio y amor a los libros que demuestra esa gente, los que los reciben y los que hacen milagros para que les lleguen.