«Montegal… folk celta y tradicional de Galicia»

Última actuación de «Montegal» como teloneros de Susana Seivane – Marzo de 2007 Polideportivo del Centro Gallego de Montevideo

¿Alguien se acuerda de Montegal?… ¡Qué entusiasmo al comienzo y por varios años! En el año 2001 comenzamos a mezclarnos con «Os trapalleiros», cuando quisimos acordar, algunos de nosotros estábamos en el escenario actuando con ellos. A la sazón Fernando Villarino era el director, integraban además el grupo, su hermana, Ana Clara, Javier… Todo ese año 2001 fue raro, porque, ‘los intrusos’… ‘éramos y no éramos’. De pronto, al acercarse el verano nos preguntamos todos… ¿qué hacemos, no nos vemos por tres meses o seguimos ensayando? Se veía venir la crisis de mediados del 2002, ya había caído Brasil, Argentina y aquí presentíamos el mazazo. Nadie se iba de vacaciones en enero, todos se quedaban a cuidar su chacra, por las dudas, fue así que surgió la idea de efectuar una serie de ensayos entusiastas en el Polideportivo de Carrasco del Centro Gallego. A cielo abierto. Sí, tocábamos gaitas, percusión y cantábamos al aire libre y el fantasma de la crisis desaparecía de nuestras mentes. De pronto la presidente de Cultura nos dice… ¿Se animan a ensayar ‘Falade Galego’? Si lo logran presentamos una actuación del grupo a finales del mes de enero, en homenaje a Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. ¡Casi nada!

El 30 de enero de 2002 éramos once músicos actuando bajo las estrellas en la Plaza Marcelino Martínez, delante del cruceiro y ante unos cien concurrentes. ¡Fue un éxito espectacular! Sorpresivo, inesperado, lo cual nos animó aún más. Después, estábamos deseando que llegara el miércoles para ensayar. Las molestias físicas y las preocupaciones desaparecían en cuanto «hacíamos alma» con los instrumentos. Casualmente, en ese tiempo, Villarino se había ido para Galicia, para luego volver pero para rearmar «Os trapalleiros». El ‘grupo de música folk gallego’ sin nombre, siguió creciendo, sobre todo en entusiasmo. Y, ya más consolidado el grupo, en una actuación a beneficio del Hogar Español de Ancianos, a mediados del 2003, recibió el bautismo… ¡Montegal!, con la bendición del Padre Aurelio, el que oficia la misa en idioma gallego en la Catedral Metropolitana los 25 de julio de cada año.

Pero, no todo era color de rosa, dos integrantes se habían retirado ya, otros nuevos iban llegando. Y ese éxodo y nuevos arribos continuaron. A pesar de las deserciones, increiblemente la calidad musical se mantenía y hasta mejoraba, gracias al esfuerzo de los que realmente sabían y otros que, con limitaciones tratábamos de apoyar y mantener unido al grupo.

La primera actuación realmente importante fue en el «Primer Festival Celta de Montevideo», en el predio de la ex Escuela Agrícola Jackson, a mediados del 2002, en el que participaron grupos de Chile, Argentina y Estados Unidos (y probablemente omita alguno más). El escenario y el audio eran ¡en serio! Ahí se notaba lo que sonaban los instrumentos bien amplificados. Fue ese un acontecimiento inolvidable, pero el festival no se volvió a realizar, tal vez por influencia de la crisis que ya se había instalado con virulencia. A ese predio de la ex Escuela Agrícola Jackson volvimos el año siguiente para actuar como Montegal, nada menos que en la iglesia, con un lleno total y éxito rotundo.

Recordaré algunos otros lugares de actuación… Entre otros, mencionaré la Sala Teatro La Colmena, Bodegas Carrau, Capilla de Farruco, diversos centros gallegos y españoles de Montevideo, Sala Zitarrosa, Teatro La Mennais. También casamientos, cumpleaños, festivales, tanto a beneficio como contratados. Durante varios años acompañamos musicalmente la misa en gallego en la Catedral Metropolitana, el día del Apóstol Santiago… ¡Fue sublime! El ciclo de actuaciones en el Pub The Shannon los terceros miércoles duró varios años. Era un sacrificio pero… ¡fue hermoso! La primera vez, por supuesto yo no quería concurrir… ‘¡Qué dirá la gente que me vea ahí!’ Algunos compañeros(as) me animaron y finalmente me animé. Confieso que ese primer día me sentí ‘como perro en cancha de bochas’. La paciencia de mis compañeros y la bonomía de los patrones del pub, enseguida me hicieron sentir muy bien. Sorpresas, satisfacciones… La música tiene eso que se logra cuando ‘se pone el alma’… ¡magia! Varias veces, en el descanso o al final de la actuación, se me acercó gente próxima a mi edad, me saludaban efusivamente, pero en una oportunidad un extranjero, además del saludo afectuoso, en inglés (si hubiera leído ‘Cinco días en Londres’…), ¡me dio una propina! Yo no sabía qué hacer con ese billete de doscientos pesos, después de reaccionar se lo di enseguida a mis jóvenes compañeros, que tras palmearme los hombres y sonreír, enseguida lo convirtieron en cerveza.

Con algunos integrantes de IGAEM nos hemos encontrado varias veces en Galicia. Con Bieito Romero hemos tenido varias xuntanzas na terra meiga. En octubre de 2006 me dedicó todo un programa en Radio Voz «Músicas del Mundo», para hablar exclusivamente de Montegal, la música folk gallega en Uruguay, los centros gallegos… En mayo de 2007 recibí una comunicación telefónica de Bieito, precisamente… «¿Cómo está Montegal?… porque este año vais a ser nominados para participar el próximo 2008 en el Festival de Música Celta de Lorient». Muy a mi pesar le tuve que comunicar que ‘Montegal había dejado de existir hacía dos meses’. Después, algunos derivamos hacia la Banda de Gaitas Irmandade, otros pasaron a integrar otros grupos musicales.

¡Qué curioso!… La última actuación de Montegal fue actuando como telonero de Susana Seivane, ¡en el mismo lugar que debutó!… cinco años después.

Dijera el sastre…»¡hay más tela para cortar!»… Sí, y también hay más anécdotas para contar, pero, el caso es que yo me anime. Así que… ¡basta por hoy!

Nota parcial de la prensa española de Montevideo: «El espacio cultural de La Colmena, fue el lugar elegido para que durante dos noches el grupo folk Montegal, nacido en el Centro Gallego de Montevideo en el año 2002, presentara sus nuevos trabajos de fusión de músicas de las naciones celtas. Tras la incursión primaria de Os Trapalleiros a principios de este siglo, posteriormente se formaría un nuevo grupo de folk en el Centro Gallego de Montevideo que sería en el 2002 bautizado como Montegal (Montevideo Galicia), uniendo así los dos orígenes de todos sus integrantes. Tras varias formaciones, en el último año se ha renovado el grupo al conformarse otra nueva formación. Los Williams, que junto a Os Trapalleiros y Montegal, son la representación musical en el concierto artístico uruguayo del folklore gallego. El pasado fin de semana, en el espacio cultural La Colmena, el grupo Montegal presentó, en una fría noche de invierno, todo su  colorido musical, fusionando interpretaciones celtas de Irlanda, Escocia y Galicia, la mayoría de ellas arregladas por sus propios músicos. Las sorpresas la dieron en esta ocasión la participación de tres bailarines, Marcelo Berti, Victoria Llano y Silvana Romero, todos del Centro Valle Miñor, que demostraron los gastos que hay que hacer para danzar las tradicionales muiñeiras o las jotas. Pero quizás el que más corazones derritió en el auditorio fue cuando Santiago Acosta e Ignacio Tambasco, dos jovencitos de diez años, se pusieron frente al público al lado de su maestro, Carlos González, y comenzaron a interpretar un par de temas con sus gaitas. Sin duda que este grupo, además de difundir la música celta y gallega, también forma músicos y así queda demostrada con la renovación e interpretación de estos niños gaiteros.»

Los cien años del relojero

El Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho - Coro del Centro CoruñésEl Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho - Coro del Centro Coruñés

El Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho – Coro del Centro Coruñés. Tiempos muy felices, si los hubo…  El primero por la izquierda es el relojero, a su lado su hijo (un servidor), el segundo que sigue es mi amigo Ricardo, a su lado Julito, el penúltimo por la derecha de la foto, Joaquín Rosende. Entre las damas, al medio, Carmiña (Mucha, mi querida hermana), que viviría tan solo seis años más. El homenaje de esta nota es en recuerdo de Carmiña que tendría hoy setenta y seis años, y para el relojero, mi padre, en el día que precisamente cumpliría cien años de edad.

Varios de mis relatos se inspiran en las vivencias de mi época infantil, de grandes carencias pero muy feliz, en Compostela, en compañía de mi padre. Sus cuentos, las fantasías, las historias, en su mayoría ‘inventos’… contribuyeron definitivamente en la inspiración de cuatro de los cinco relatos de «El bosque de la Condesa»,  «La carta de Amelia», «El niño ciego», «Dos cofres de plata», «El bastón de don Nicanor», así como en otros relatos y una novela, aún no publicados. En «El vendedor de libros» aparece el personaje queriendo influir en las decisiones del tímido aspirante a vendedor, frágil como una pluma, a sus ojos, por eso trataba de desmoralizarlo para que no se aventurara en ese mundo incierto de la venta de libros, por temor a que abandonara un empleo seguro, máxime con los fracasos recientes a cuestas con la venta de zapatos que a punto estuvieron de liquidar los ahorros, aunque pocos pero casi todos, acumulados a costa de algún tiempo y mucho sacrificio. Entonces, la expresión espontánea del relojero, para «salvar» a su hijo de «otro fracaso seguro», no demoró en salir: «Y tú… ¿a quién te crees que le podrás vender un libro?» No sabiendo él que fallaba en la estrategia de protección, ya que esa expresión era el acicate que le faltaba para lanzarse a la aventura de incursionar en un mundo incierto,  aún desconocido en gran parte.

Otro día hablaremos también del fallo en la estrategia del tío Alfonso, el zapatero, que creía que el tímido aspitante a vendedor seguía «sus agresivas instrucciones» para lograr el éxito en la venta de sus novedosos mocasines de gamuza.

Como recuerdo y homenaje trancribo a continuación unos párrafor de «El vendedor de libros»: «… Después de que se jubiló, venía casi todos los días y conversábamos de tiempos pasados, de los buenos y de los otros, pero más de los buenos. Era una buena terapia. Esas pláticas se convirtieron en una rutina que se mantuvo hasta el último día que el relojero nos acompañó en este mundo, catorce años después, un día antes de la noche de San Juan, al comienzo del nuevo milenio. Le gustaba tomar una copita de licor de durazno o de higo que yo mismo preparaba, o un vasito de vino. Si nos acompañaba a la casita de descanso de Piriápolis, se aburría pronto porque extrañaba la partida de dominó con los amigos, pero disfrutaba mucho el choricito a la parrilla, con pan y vino. Hacía sus palabras cruzadas o jugaba al solitario y no molestaba a nadie.»

«La última vez que conversamos era una tarde de invierno pero el frío aún no se hacía notar, mientras yo revisaba papeles en forma rutinaia, el habló por más de tres horas. Lo máximo que se quedaba siempre era una hora pues no quería perderse su partida de dominó, pero esa vez habló como no lo había hecho antes, recordando acontecimientos familiares. Le ofrecí un vasito de vino, como siempre, pero esa vez me pidió que fuera grande el vaso, pues ‘hacía mucho tiempo que no saboreaba un buen vaso de vino’. Le ofrecí música y me pidió que le pusiera música mexicana, que era lo que le gustaba cantar últimamente cuando concurría a las reuniones de mis amigos. Si bien antes lo controlaba algo ya le había dicho hacía tiempo que a la edad que tenía debía disfrutar y hacer lo que fuera de su gusto. Ciertamente, no hacía falta que yo le dijera eso, pues él siempre hacía lo que quería.

Después que quedó viudo, pasó unos cuantos años en Mallorca (…) viniendo alternadamente a Montevideo, varias veces. Luego pasó un tiempo en Compostela (…) y los últimos quince años los pasó con nosotros. Sufrió las penas que sufre cualquier mortal, a veces muy duras. Solía decirme… ‘a nosotros sí que nos tocaron bravas…’, pero esos últimos años fueron muy buenos para él. El relojero tuvo mucho mejor suerte que doña Carmen.

El vino se fue consumiendo poco a poco. No quiso otro. Se despidió y se fue retirando muy lentamente como de costumbre, pero esta vez más lentamente, como si le costara irse, saludando a todos… uno por uno… como si se estuviera despidiendo de verdad.

Tenía ochenta y ocho años y se vanagloriaba de que los médicos no le encontraban nada, no le recetaban ninguna pastilla. Utilizaba lentes solo para leer. Nunca se quejaba de nada, salvo alguna indigestión pasajera y la úlcera varicosa que lo acompañó desde el tiempo de la guerra civil, por una herida que él mismo se provocó entonces, para evitar que lo enviaran al frente, no lo aquejaba nada. Cuando yo le comentaba que tenía jaqueca, me decía… ‘yo no sé lo que es eso, nunca tuve un dolor de cabeza’. ¡Llegué a pensar que viviría cien años!… ‘cuando tengas cien años volveremos a hablar de eso, mientras tanto disfruta’… Se enojaba cuando le decía… ‘pareces Johnnie Walker’… ‘¿por qué me pones ese mote inglés?’… ‘porque parece como si hubieras nacido en 1874… ¡y sigues tan campante!»

Tal vez el Supremo consideró que ya estaba bien… y esa misma noche trastabilló y se golpeó la cabeza contra el suelo. Serían las ocho de la noche, yo estaba trabajando aún en la librería, muy cerca del lugar del hecho, a tan solo cuatro calles y no me enteré de nada. A los de la ambulancia les decía que él no tenía nada, pero igualmente lo llevaron  al Sanatorio de Casa de Galicia de la Avenida Millán y lo dejaron en observación. No quiso que me avisaran… ‘¡porque yo no tengo nada!’ Cuando lo fueron a ver nuevamente, había pasado de un sueño a otro sueño… al eterno, en forma silenciosa, tal cual era su manera de ser. Si él hubiera podido elegir la forma, seguramente habría elegido esa misma.

El día después, en el velatorio, un amigo, Anibal, me contó que justamente el día anterior se había encontrado con él antes de que viniese a la librería y se habían tomado un vasito de vino en el bar que queda cerca de alí.

Después de esa conversacón con Aníbal, me acerqué al cuerpo sin vida material, a ‘conversar con él, con su espíritu’ y silenciosamente le murmuré… ‘también esta última me la ganaste… ¿eh, abuelo?’… ‘y ahora, ¿qué quieres que cantemos juntos… a rianxeira?’… Eran las dos de la mañana, los acompañantes estaban unos dormitando otros tomando café, en otra sala contígua, pensé que sería lo único que podía ofrecerle para que ‘se llevara’ como recuerdo, después de pensarlo por un momento, por fin hice un esfuerzo y, casi como susurrando… ¡la cantamos toda!»

Rosalía de Castro y El Día Internacional de la Mujer

La Herradura - Santiago de Compostela - Monumento a Rosalía de CastroLa Herradura – Santiago de Compostela – Monumento a Rosalía de Castro

En el «Día Internacional de la Mujer», le rendimos sentido homenaje a las mujeres de todos los tiempos y espacios, a la vez que invocamos a Rosalía de Castro, como símbolo de la mujer gallega, española, recordando el 175 aniversario de su llegada al Mundo -24 de febrero de 1937-.

«A Rosalía no la comprendieron en España, en su tiempo y después. A pesar de que adivinaban su grandeza no la tuvieron en cuenta: “La inmortal Rosalía”, le dice Machado… “Rosalía viene a resultar la poeta más personal de todo el siglo XIX español, quizá el centro más obsesoniante, más abrasado de personalidad de toda la lirica española”.

«Tenían razón los que, a mediados del siglo pasado, hablaban en Galicia de Rosalía como ‘poeta metafísico’ y ‘poeta esencial’. El llanto de Rosalía es un llanto esencial. ¿Puede decirse que eso es la poesía de Rosalía? Ella no llora… ¡fuera ya para siempre esa infamia! Ella se siente extraña y quiere alcanzar la causa.»

«Lo más hondo de la poesía rosaliana nace de la relación materna, que se hace luego amorosa y existencial. Rosalía en su origen no es otra cosa que ¡una hija rechazada por su madre!»

«Hubo siempre una consigna de que no se tratase ese tema; la consideración que llevaba a cegarse respecto a esto es que si el origen de su poesía fuera patológico, la calidad de la poeta quedaría dañada sobre todo respecto a la nación gallega; a todos nos atañe, todos nos sentimos de alguna manera niños abandonados, todos somos tú, Rosalía, en alguna medida; y sí es verdad que lo sintió más ella, por eso supo dárnoslo, mostrándonos lo que no sabíamos. Del desentrañamiento primordial deriva mucha infelicidad, pero también todo lo grandioso que la humanidad hizo, sobre todo en las artes y en el espíritu.»

«Los intelectuales estudiosos de Rosalia, de la época, pensaban que el conocimiento de la verdad la disminuía, cuando en realidad es todo lo contrario, eso es lo que la universaliza, porque supo crear a partir de su herida llegando al fondo de ella. Temían que así no fuese madre de Galicia, y estaban en lo cierto, porque ellos lo que buscaban era el mito… y no tenían ningún derecho, a una pobre poeta que lo único que quería verdaderamente era expresar su más personal sentimiento.»

Dice Xosé Azar, escritor compostelano, estudioso de Rosalía y autor del libro Rosalía erótica y existencial50 poemas esenciales, al cual pertenece esta selección de párrafos:

“Ya está bien de endiosamientos y de mitos; ya es hora de que veamos a la Rosalía verdadera, que no es ni una llorona, como se dijo, ni tampoco una santa; se trata de una mujer apasionada condenada a vivir con un hombre al que no amaba, y que soñaba con unos amores imposibles y totales.”

 “La desnaturalizada madre, no queriendo abrazar las penalidades de la educación de su hija, o, lo que es más probable, deseando por un sentimiento de honor mal entendido, alejar de sí a la infortunada criatura, para que no fuese baldón que deslustrase el timbre de su familia ni sus rancios y ridículos pergaminos, pensó en arrojarla a la inclusa; conocedor de ello el capellán José Martínez, quitó la niña a su madre y la entregó a la mujer de un tal Lesteiro, sastre de Ortoño, que la educó y la tuvo como hija, amamantándola ella misma, satisfaciendo Martínez los gastos de su crianza, subsistencia y demás.”

“Así pues, fue la familia paterna la que se encargó en los primeros tiempos de la crianza de la Rosalía niña. Al cabo de algún tiempo fue llevada a Ortoño en cuya Casa de Castro vivió al cuidado de su tía, doña Teresa Martínez Viojo. Luego, tía y sobrina se trasladaron a Padrón. Así es que, finalmente doña Teresa de Castro asume el papel de madre.”

«Al año de edad, cambiaron la madre que la amamantaba por otra, Teresa, que la tuvo otros cuatro años hasta que finalmente Rosalía fue recibida, por temporadas al comienzo, por la tercera madre, la madre biológica, tal vez la única deseada, según se puede ver en “La hija del mar” capítulo V, donde aparece por primera vez El anhelo.»

«Como decíamos, a los cinco años de edad la niña pasó a vivir con su verdadera madre en la casa de La Matanza, en Padrón. Teresa, la cuñada era quien se la llevaba, de vez en cuando, invitándola a que la acompañara. A Teresa le costó crear esa comunicación, según se supone. La niña anduvo pues de una a otra madre.

“Cuando yo era niña trepaba a las más altas colinas para contemplar los anchurosos ríos, los montes lejanos confundidos con las nieblas, las verdes praderas veladas todavía por tenues sombras nocturnas; nadie podía comprender la melancolía profunda que se apoderaba de mi pobre corazón falto de afecciones y de cariño.»

«Mi pensamiento se lanzaba con los alegres pájaros por aquel espacio inmenso, que yo deseaba cruzar ligera como ellos, pobre paloma inocente y solitaria que careciendo de abrigo en la tierra, quería hacer su nido en el aire… Yo quería también mecerme en las olas como las blancas gaviotas para vivir en aquella extensión sin límites… Los campesinos que iban al molino o a labrar sus tierras, al verme pasar, me llamaban ‘la loca’.”

“¡Ahí va ‘la loca’!… soñando con la eterna primavera de la vida y de los campos.” (Sar)

“El anhelo se expresa en la vivencia de la lejanía, porque huir a los espacios anchos es escapar de la estrechez en que se siente quien en el comienzo no fue capaz de darse o no tuvo el recibimiento que necesitaba; entonces, el ‘yo’ sentido como cárcel. La poeta escapaba de la opresión de su hogar para identificarse con los pájaros, las palomas y las gaviotas, que ellos sí podían darse sin limitación ninguna en su vuelo, perderse en el entorno, fundirse con él, dejar de estar presos de la atormentadora conciencia, pasar a la vivencia de totalidad, que es la del infante con la madre, regresar a lo que con la madre, aunque fuera escatimadamente se vivió o a lo que no se alcanzó jamás; retornar a la madre aquella -¿cuál de las tres?- sentirse acogida en sus brazos como un animal indefenso. Y si además el extrañamiento primero la separó también del mundo con más razón se buscará la naturaleza como consuelo, haciendo de ella la recepción materna. Es original ya de la primera Rosalía el darse cuenta que esta limitación entrañal es precisamente la fuente de su arte.”