Verdes y maduras en el Día Nacional del Libro

«Verdes y maduras» – En el Día Nacional del Libro, un día como hoy hace 49 años, vendía mi primer libro, «Manual del Contador», Paton – Uteha, a un amigo que nunca se enteró hasta que lo descubrió en «El vendedor de libros». Muchos años después lo llamo por teléfono, le entrego el libro y… Imaginen la sorpresa cuando se enteró que él había sido mi primer cliente. Sí, con esa venta me convertía en vendedor de libros de la Editorial González Porto – Uteha. La aventura continúa en el presente – Otro recuerdo para un día como hoy, pero hace 9 años… Apenas había podido conciliar el sueño esa noche. Desde muy temprano en la mañana, antes del amanecer me encontraba recogiendo los escombros del voraz incendio que se había producido la tardecita anterior en nuestra vivienda del tercer piso. Muy angustiado, apoyando los codos en las rodillas y el mentón entre mis manos, sentado en un muro de enfrente, sin poder pensar en nada, observaba la labor de los bomberos que nos habían bloqueado la entrada. Cinco horas después, a media noche, sentados en los escalones de entrada al apartamento sostuvieron con nosotros una amistosa charla, tipo paternal, de prevención, advertencia y calma… «Bajo ningún concepto se metan dentro de ese apartamento para nada en absoluto, por unas cuantas horas. Recién mañana podrán hacerlo. Ahora quedará todo abierto para que se vaya el humo que hay dentro». Los vecinos del piso 2, debido a la inundación que provocó los 3000 litros de agua que utilizaron los soldados del fuego, debieron mudarse por unos días. Después, recuperar pisos y paredes. Ningún reproche, todo lo contrario. Gracias familia Denis. Los del piso 4, debido al humo, también optaron por retirarse por unos días. El hijo de nuestra vecina del piso 1, al cual apenas conocía, solo lo había saludado dos o tres veces, «al pasar», se acercó a mí y extendiendo su mano con unas llaves, me dijo en tono fraternal: «Ustedes no tendrán donde dormir esta noche. Así que… tome estas llaves y utilicen el apartamento de mi madre como si fuera su casa. Ella está en España por un tiempo y quedará muy contenta cuando sepa que ustedes se alojan en su casa, que a partir de ahora es la casa de ustedes». Yo quedé mudo, solo me salió un «Pero…» Él me interrumpió y simplemente se despidió diciendo: «No se preocupen absolutamente por nada. Usen lo que tengan que usar. Es la casa de ustedes. Solo me llamarán si necesitan algo.» Un mes y medio después, regresábamos a nuestra vivienda, casi recuperada. ¡Muchas gracias, familia Couce!

A quien dices tu secreto…

De la biografía de Jesús Canabal Fuentes

 

A quien dices tu secreto, das tu libertad y estás sujeto.

Precisamente, la seguridad de sus acciones, la convicción, la decisión oportuna tal vez en base a la intuición y el acierto, lo acompañaron siempre.

A fines del año 1938, cuando contaba con cuarenta y un años de edad, era el principal accionista y presidía el directorio de Ipusa. Los rumores de un inminente conflicto bélico mundial de extraordinarias proporciones reclamaron especialmente su atención. Sin materia prima procedente de Europa su novel fábrica de papel podría quedar paralizada y le transmitía su preocupación a los demás compañeros del directorio, tratando de buscar una solución para el abastecimiento de su fábrica, que corría serio peligro. Los directores de la fábrica de pasta de celulosa de Suecia que los abastecía, alertó a tiempo al directorio de Ipusa. El transporte marítimo podría suspenderse en cualquier momento debido al peligro inminente. En vez de una carga regular, varias toneladas del producto, ofrecieron enviarles una carga completa que casi completaba el barco de mediano porte y significaba multiplicar por diez el pedido regular que alcanzaba para varios meses de producción, lo cual era el ideal en tiempos normales.

Canabal tomó en serio el llamado de alerta de su proveedor, percibió la solución en ese ofrecimiento de la fábrica de celulosa de Suecia. Luego de varias reuniones de directorio al fin logró convencer a la mayoría de sus compañeros del consejo.

Algunos otros se mostraban muy recelosos de efectuar esa operación de proporción inusual. Finalmente fue aceptada la propuesta de Canabal, se procedió a solicitar el crédito bancario necesario y se concretó el pedido a la fábrica de Suecia.

Pasaba el tiempo, no había noticias de la fábrica de celulosa y el crédito bancario ya estaba funcionando, por lo tanto ya había comenzado a amortizarse. Los directores que en un principio no habían estado de acuerdo en la concreción de ese negocio, comenzaron a tratar de convencer a los demás para efectuar la anulación del embarque y la liquidación del crédito bancario. Por supuesto que Canabal no estaba enterado oficialmente de esa acción que se desarrollaba a sus espaldas… pero, igualmente estaba enterado. Su cargo de presidente del directorio corría peligro, él lo sabía, el tiempo podría ser su aliado… o no.

Así pues, algunos integrantes del directorio convocaron a Canabal y los demás directores para una reunión extraordinaria. El asunto a tratar no fue dado a conocer por los convocantes. Pero Canabal sabía que el mismo era la anulación del negocio y su destitución como presidente.

La reunión se realizaría un determinado día de comienzos de 1939, en horas de la tarde como de costumbre. Ese mismo día, cuando faltaba casi una hora para el comienzo de la sesión, el gerente se dirige al despacho de Canabal y le entrega un telegrama que acababa de llegar de Suecia. Don Jesús lo abre, se pone las gafas, lo lee, lo cierra nuevamente, se lo devuelve al gerente y le pide que lo guarde en la carpeta de asuntos varios, la cual llevaría a la reunión del directorio.

A la hora fijada ya estaban el gerente y el directorio en pleno en la sala de sesiones. Canabal fue el último en entrar. Silencio, rostros serios, miradas esquivas. Don Jesús saludó a todos con afabilidad tal cual era su costumbre, tomó asiento con calma, le pidió la carpeta de asuntos varios al gerente, la abrió, miró ligeramente los papeles, reparó en el telegrama, lo retiró de la carpeta y dijo… “Ah, llegó un telegrama de la fábrica de celulosa de Suecia… Permítanme que le demos lectura antes de comenzar la reunión por si se trata de algo importante.” Y sin esperar respuesta… “Por favor señor gerente, tenga la bondad de leerlo ya que yo dejé las gafas en mi despacho.”

Señor Canabal ayer salió buque Augusta con carga completa celulosa para Ipusa. Será último embarque que sale debido a inminencia conflicto bélico mundial. Nuestra fábrica canceló producción tiempo indeterminado. Es incierta reanudación de embarques tal vez por mucho tiempo. Felicitamos calurosamente a usted y directorio de Ipusa por la acertada decisión”.

Las miradas de todos los integrantes del directorio se cruzaron, por un momento reinó el silencio en la sala, hasta que Canabal, como ignorando la situación de fondo, con su clásica media sonrisa, se dirigió a sus compañeros y dijo… “¿Tenemos alguna novedad hoy? Ah… ¿cuál es el punto a tratar en esta reunión extraordinaria?”

De pronto, el silencio era total en la sala, las miradas se cruzaron, las manos de algunos se retorcían nerviosamente. Mientras esperaba respuestas, Canabal no dejaba de mirar a uno y otro alternadamente, sonriendo levemente como de costumbre. Después de unos momentos, por fin uno de los directores dirigiéndose a él expresó: “No, don Jesús, no hay nada especial que tratar, mejor vamos directamente a asuntos varios.” Los demás compañeros de directorio asintieron, algunos se distendieron, otros se movieron nerviosamente en sus asientos y todos se expresaron de forma similar a como lo hizo el primero que rompió el silencio y terminaron felicitando a su presidente por la acertada decisión.

Jesús Canabal Fuentes en Galicia, 1946

La Galicia empobrecida del tiempo de la posguerra

Del libro «La Galicia de Montevideo». Una biografía de Xesús Canabal – «Luego de la intensa actividad política en París, Jesús Canabal se dirige por fin, en la última etapa de su viaje, a Galicia, O Amenal, acompañado siempre de su hija Iris, que por primera vez visitaba la tierra de su padre, el lugar humilde de donde salió, la aldea de muy pocas casas, la Galicia empobrecida ahora más aún por el desastre de las guerras, viendo además nuevamente a su abuela Carmen, mucho más avejentada, vestida ahora sí totalmente de negro. Iris conoce a sus primos y primas, once en total, a su tía Pura y a su tío Francisco Lista. La forma de vida, tan diametralmente diferente que encuentra, le causa una extraña sensación de impotencia, o no sabe bien de qué, por el conformismo de la gente. A decir de Iris al recordar esta su primera visita a la aldea de su padre… “Fue muy removedor este primer encuentro con los orígenes de papá.”

Para Iris debe haber sido como un viaje en el tiempo, un viaje al pasado, al pasado que no conocía, pero que sí se imaginaba y sabía que existía.

También le llamó mucho la atención la rutina de sus primas, parte de la cual consistía en ir al río con los bultos de ropa en la cabeza y parte del proceso de lavar esa ropa era golpearla fuertemente contra las rocas. ¡Qué distinta era la vida de sus primas en la aldea a la que ella y sus hermanas tenían en Montevideo! Pero… ¡con qué alegría hacían todo! Iris meditó mucho sobre esa forma de vida, el atraso, el estancamiento y la pobreza que veía por todos los lugares de la comarca que visitaba con su padre. Ahora sí, lo comprendía mucho mejor. Sus desvelos, la preocupación por sus paisanos y el amor infinito por su tierra, por su querida tierra. Galicia se le había presentado así de golpe, cruda, desnuda e indefensa, natural tal como era, con grandes carencias, retrasada en el tiempo y estancada en el progreso. Y a partir de entoces comenzó a comprenderla y a quererla mucho más de lo que ya la quería.

No obstante esas carencias, esa pobreza y ese atraso, Iris descubrió, fruto de la convivencia con sus primas, interesantes valores de carácter espiritual, altamente afectivo y solidario de la gente de esos lugares y entendió su felicidad, a pesar de todo, comprendiendo a su vez, con una perspectiva más amplia, el amor de su padre en particular y de los gallegos en general hacia su tierra, sus costumbres, su cultura, su melancolía y su alegría, misma que se manifestaba sin previo aviso, en cualquier momento y en cualquier lugar. Dos de esos primos con los cuales convivió durante esos días, los hermanos Elisa y Francisco Lista Canabal, se vendrían a vivir a Montevideo cuatro años después. Luego de algunos años, también Carmiña, hermana de éstos, emigró a Montevideo. Los otros ocho hermanos permanecieron junto a sus padres en O Amenal.

La experiencia de Iris en esas tres semanas de convivencia con sus familiares en la aldea de O Amenal, fue de una riqueza espiritual extraordinaria. Compartió con sus primas dormitorio, comidas, tareas comunes de la casa, actividades de la huerta, paseos al molino, a la peculiar Feria del 20 de Arca, a las villas y aldeas de la comarca. En una oportunidad, una de sus primas, le comentó a su tío Jesús que no conocía el mar, que le encantaría conocerlo. De inmediato su tío le dijo “mañana te vienes con Iris y conmigo a Vigo, que tenemos que arreglar un asunto referente a los pasajes de regreso”. La excursión de tres días incluía viaje en tren, estadía en hotel, recorridos por la ciudad y hasta una visita a un barco mercante que estaba anclado en el puerto. La prima de Iris quedó deslumbrada ante todo ese mundo nuevo que se le presentaba.» 

A la misma hora… sesenta y cuatro años después

Aún no eran las siete de la mañana… «¡Arriba Manolito!» Doña Carmen retiraba la sábana sin lástima y yo comenzaba a desperezarme con resignación. «¡Vamos, levántate!… No querrás llegar tarde a tu trabajo ya el primer día, ¿no?

Hoy, «a la misma hora», doña Carmen ausente, pero yo abría los ojos y recordaba aquella situación de hace sesenta y cuatro años. Y me levantaba con el mismo ánimo y ansia, para dirigirme al lugar que me toca a realizar mi labor. La diferencia está en que hoy sé cual es la labor que me espera, en aquel entonces, no. En mi primer día de trabajo todo era incertidumbre, expectativa, curiosidad, ¿resignación?

Una taza con café con leche y un pedazo de pan me esperaban en la mesa de la cocina y en la puerta mi tía Margarita me daba un portafolios con la vianda que ella misma había preparado. Ella y mi mamá me miraban con curiosidad. Yo no me enteraba de nada.

De mi barrio de La Unión a Capurro, en el otro extremo de la ciudad. Pantalón corto gris claro, zapatos negros, medias y camisa blancas, chaleco gris y azul. Mi mejor ropa, la única, me acompañó desde ese primer día y por muchos meses. «Recuerda ser respetuoso y educado. ¡Anda, vete ya!» Como despedida, mi madre me acarició el cabello recién peinado, al tiempo que me entregaba dos monedas de veinte centésimos, el dinero justo para los pasajes. Con las manos en la falda ambas mujeres se quedaron viéndome hasta que cambié el rumbo en la esquina de mi calle Cabrera y Enrique Clay. Hoy reflexiono y… Yo iba muy tranquilo, pero, aquellas dos mujeres… «¿Qué estarían pensando?»

Apenas habían pasado once días desde que bajamos del barco y poníamos pie en la explanada adoquinada del puerto de Montevideo. Mi tío Francisco, «el polizón» que nos había traído a todos a Uruguay, me había acompañado a la entrevista previa, apenas unas horas antes. Lo tenía claro, dos autobuses, uno en la Avenida 8 de Octubre, otro en la Avenida Garibaldi, el 76 de Amdet hasta el final del recorrido en Bulevar Artigas y Avenida Agraciada. Cinco cuadras más hacia la bahía por la calle San Ramón y… Allí me estaba esperando la fábrica Cooper. «Para la vuelta, ya sabés… Los mismos ómnibus pero al revés.» «Sí, tío.» Yo temblaba, pero no le decía nada. No fuera a pensar que su sobrino era una galleguito tonto.

Mi primer jefe de la Oficina de Fábrica, Dumas Bruno, me daba la bienvenida y un trapo de piso… «Lo primero que tenés que hacer es limpiar bien la nevera y secarla. Después ponés allí la media barra de hielo que ahora nomás traerá el carro con caballo del Frigorífico Modelo. Luego el lechero te va a dejar dieciséis litros de leche y el panadero diecinueve kilos de pan. Todo eso es para alimentar a los bichos que tenemos para experimentos. Después te digo a donde los tenés que llevar. Mañana ya te encargás de pagarle vos a todos. Ah… Después te digo que otras cosas tenés que hacer.» El señor Gesto, el gerente, me miraba con curiosidad y con una media sonrisa me decía… «¿Qué tal Manuelito?… ¡Buenos días!»

Me sentía extraño. Creo que yo hablaba raro, por eso todos me miraban con curiosidad, quizá. Pero «ellos» también hablaban raro para mí. Lo que sí sentí desde el primer día fue la fraternidad de todos esos hombres grandes y algunas mujeres, compañeros que me tuvieron que soportar por cuatro años. Recuerdo que guardo en el mejor lugar de mi memoria.

Si no se aburrieron, mañana o pasado les cuento algo más.

De Compostela y El Camino de Santiago

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Nota de Gisela Gallego, corresponsal de «Carta de España» en Argentina 

El librero, escritor, docente, español y uruguayo, del que Carta de España publicó hace unos años su perfil, acaba de lanzar su octavo libro. Éste también bucea por un lugar muy propio, su tierra compostelana, pero desde el maravilloso Camino de Santiago que tiene peregrinos y admiradores de las más variadas latitudes.

Esta última ficción habla del Camino de Santiago ¿cuáles fueron las motivaciones y cómo fue emprender este viaje literario?
Después de varios años de por diversas inquietudes, acumular información, un día brotó el deseo, pero siempre pensé que «me quedaría grande», hasta que la inspiración comenzó con su tarea, pero aún así tuve muchas dudas, se trataba de un tema serio y lo quería respetar. En cuanto a ficción, sí es novela, podríamos decir histórica, pero también se mezclan vivencias, algunas personales que se transmiten a través de las reflexiones, alguna que le sucedió a amigos, y está presente lo histórico por excelencia, que se respeta al máximo, entonces ¿la ficción se convierte en hechos reales?

Esta vez la edición es de Editorial Galaxia, ¿qué significa para usted como autor contar con el sello de esta firma especializada en Galicia?
Editorial Galaxia Mar Maior se mostró interesada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires cuando les transmití que la Secretaría Xeral de Emigración de Galicia publicaría el libro. Habían leído el manuscrito y les agradó, lo mismo que le pasó a la Editorial Milenio, de Lleida. Freixanes y Soutullo, director y editor de Galaxia, dijerón: «nosotros lo queremos publicar en Galaxia Mar Maior». Inicié pues las gestiones con la Secretaría Xeral y se concretó. Para mí es un orgullo que Mar Maior, que se inició en 2009 con una publicación mía en castellano, Cuatro historias de emigrantes, vuelva a publicar ahora este libro que tanto me costó la decisión de su publicación.

¿Qué expectativas tiene sobre este título que alude a un ícono del turismo y atractivo de Galicia, de España?
Las expectativas son favorables. Estoy muy seguro que va a agradar pues está narrado con sentimiento, respeto por los hechos históricos, con el agregado de «cosas» de conocimiento propio, como compostelano de nacimiento, que quizá son escasamente divulgadas. No falta a la cita la polémica, además de las profundas reflexiones, lo cual lo hará muy atractivo para lectores de cualquier tiempo y lugar, haya transitado o no aún algún tramo de los diversos caminos de Santiago.

Gisela Gallego

Los cien años del maestro

José Lage Sierra, «Pepiño» -Pepe Montoya- llegó a este mundo el 25 de diciembre de 1916 en la aldea de Ladrido (Santa Eulalia), parroquia del municipio de Santa Marta de Ortigueira. Gran parte de su niñez transcurrió (lastimosamente) en la casa de su tía Maripepa en la aldea de Barbos (San Xulián) a dos leguas de Ladrido. «Voume para sempre Manolita… Adeus!», le dijo a su prima y un día se liberó de su tía y se fugó corriendo, casi desfalleciendo, esas dos leguas hacia el encuentro con su madre Javiera. Por temor a que su mamá y su abuela Generosa le riñeran, en vez de entrar a la casa se escondió bajo unas sábanas hasta que felizmente lo descubrieron. Llega con su madre y hermano en junio de 1926 a Montevideo, al encuentro con su padre, donde la sombra negra de la tía Maripepa ya rondaba la casa de su hermano, buscando a Pepiño otra vez… Y un nuevo calvario, pero de mayor proporción daba comienzo. Hace un lustro una congestión lo doblegó y obligó a dejar de impartir sus clases. La lucidez y el humor nunca lo abandonaron. Pero, finalmente, no quiso esperar más y nueve meses antes de cumplir un siglo de existencia decidió viajar hacia las estrellas. Su biografía se encuentra plasmada en «Cuatro historias de emigrantes». Editorial Galaxia (gallego y castellano). ¡Salve maestro, donde quiera que te encuentres!OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Relatos de Galicia en el Estado de Puebla, México

Los relatos de El bosque de La Condesa: La carta de Amelia; El bastón de don Nicanor; Dos cofres de plata; El niño ciego y Cinco días en Londres. Los cuatro primeros ambientados en la Galicia de la época de la posguerra civil, al día de hoy en manos de miles de alumnos de las escuelas públicas del Estado de Puebla, México. Estos y otros textos con valores, fueron seleccionados y aprobados por la Secretaría de Educación de dicho Estado para el «Tercer concurso estatal de dibujo infantil, Imagina un mundo sin trampas». Al final del evento los libros fueron distribuidos en forma gratuita entre los alumnos de las escuelas públicas de ese Estado mexicano.

«La Galicia de Montevideo»

Una biografía de Xesús Canabal

A quien dices tu secreto, das tu libertad y estás sujeto… Comentario sobre don Jesús Canabal Fuentes. del libro “La Galicia de Montevideo”

Precisamente, la seguridad de sus acciones, la convicción, la decisión oportuna tal vez en base a la intuición y el acierto, lo acompañaron siempre.

A fines del año 1938, cuando contaba con cuarenta y un años de edad, era el principal accionista y presidía el directorio de Ipusa. Los rumores de un inminente conflicto bélico mundial de extraordinarias proporciones reclamaron especialmente su atención. Sin materia prima procedente de Europa su novel fábrica de papel podría quedar paralizada y le transmitía su preocupación a los demás compañeros del directorio, tratando de buscar una solución para el abastecimiento de su fábrica, que corría serio peligro. El directorio de la fábrica de pasta de celulosa de Suecia que los abastecía, alertó a tiempo a sus clientes, el directorio de Ipusa. El transporte marítimo podría suspenderse en cualquier momento debido al peligro inminente. En vez de una carga regular, varias toneladas del producto, ofrecieron enviarles una carga completa que casi completaba la capacidad del barco de mediano porte y significaba multiplicar por diez el pedido regular que alcanzaba para varios meses de producción, lo cual era el ideal en tiempos normales.

Canabal tomó en serio el llamado de alerta de su proveedor, percibió la solución en ese ofrecimiento de la fábrica de celulosa de Suecia. Luego de varias reuniones de directorio al fin logró convencer a la mayoría de sus compañeros del consejo.

Algunos otros se mostraban muy recelosos de efectuar esa operación de proporción inusual. Finalmente fue aceptada la propuesta de Canabal, se procedió a solicitar el crédito bancario necesario y se concretó el pedido a la fábrica de Suecia.

Pasaba el tiempo, no había noticias de la fábrica de celulosa y el crédito bancario ya estaba funcionando, por lo tanto ya había comenzado a amortizarse. Los directores que en un principio no habían estado de acuerdo en la concreción de ese negocio, comenzaron a tratar de convencer a los demás para efectuar la anulación del embarque y la liquidación del crédito bancario. Por supuesto que Canabal no estaba enterado oficialmente de esa acción que se desarrollaba a sus espaldas, pero, igualmente estaba enterado. Su cargo de presidente del directorio corría peligro, él lo sabía, el tiempo podría ser su aliado… o su enemigo.

Así pues, algunos integrantes del directorio convocaron a Jesús Canabal y los demás directores para una reunión extraordinaria. El asunto a tratar no fue dado a conocer por los convocantes, pero Canabal sabía que el mismo era la anulación del negocio y su destitución como presidente.

La reunión se realizaría un determinado día de comienzos de 1939, en horas de la tarde como de costumbre. Ese mismo día, cuando faltaba casi una hora para el comienzo de la sesión, el gerente se dirige al despacho de Canabal y le entrega un telegrama que acababa de llegar de Suecia, don Jesús lo abre, se pone las gafas, lo lee, lo cierra nuevamente, se lo devuelve al gerente y le pide que lo guarde en la carpeta de asuntos varios, la cual llevaría a la reunión del directorio.

A la hora fijada ya estaban el gerente y el directorio en pleno en la sala de sesiones. Canabal fue el último en entrar. Silencio, rostros serios, miradas esquivas. Don Jesús saludó a todos con afabilidad tal cual era su costumbre, tomó asiento con calma, le pidió la carpeta de asuntos varios al gerente, la abrió, miró ligeramente los papeles, reparó en el telegrama, lo retiró de la carpeta y dijo… “Ah, llegó un telegrama de la fábrica de celulosa de Suecia… ¿me permiten que le demos lectura antes de comenzar la sesión por si se trata de algo importante?” Y sin esperar respuesta… “Por favor señor gerente, tenga la bondad de leerlo ya que yo dejé las gafas en mi despacho.”

Señor Canabal ayer salió buque Augusta con carga completa celulosa para Ipusa. Será último embarque que sale debido inminencia conflicto bélico mundial. Nuestra fábrica canceló producción tiempo indeterminado. Es incierta reanudación de embarques tal vez por mucho tiempo. Felicitamos calurosamente a usted y directorio de Ipusa por la acertada decisión”.

Las miradas de todos los integrantes del directorio se cruzaron, por un momento reinó el silencio en la sala, hasta que Canabal, como ignorando la situación de fondo, con su clásica media sonrisa, se dirigió a sus compañeros y dijo: “¿Tenemos alguna novedad hoy? Ah… ¿cuál es el punto a tratar en esta reunión extraordinaria?”

De pronto, el silencio era total en la sala, las miradas se cruzaron, las manos de algunos se retorcían nerviosamente. Mientras esperaba respuestas, Canabal no dejaba de mirar a uno y otro alternadamente, sonriendo levemente como de costumbre. Después de unos momentos, por fin uno de los directores dirigiéndose a él expresó: “No, don Jesús, no hay nada especial que tratar, mejor vamos directamente a asuntos varios.” Los demás directores asintieron, algunos se distendieron, otros se movieron nerviosamente en sus asientos y todos se expresaron de forma similar a como lo hizo el primero que rompió el silencio y terminaron felicitando a su presidente por la acertada decisión.

Mi libro de cabecera

En el día del Apóstol Santiago y de la Patria Gallega, recibí otro regalo, inesperado, como algo que llega del Universo sin previo aviso. Una señora que leyó uno de mis libros, me escribe un mail muy emotivo que transcribo tal cual lo recibí…

A través de mis vecinos, los Hermanos Ramos, conocidos editores y conocedores de este mundo maravilloso de los libros, me llegó esta obra que me atrapó desde la primera línea: “Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante”.

Crecí con “Billiken” y “El Tesoro de la Juventud” y la fascinación por la lectura la encontré en Isabel Allende, enciclopedias sobre Arte, Cartas de Van Gogh a su hermano Theo y tantos otros autores.

¡Pero me faltaba éste! ¡Mi libro de cabecera!

También nací un 1 de Julio y también dejé mi terruño y hoy en su lectura encontré mi Montevideo amado, en cada una de sus palabras, que hago propias, reconociendo cada barrio y aún siendo del Parque Rodó, caminé las calles de La Unión y crucé tantas veces por la Escuela Sanguinetti, también por la zona de Capurro y todos esos recuerdos que atesoro y hoy volví a transitar.

Literatura mágica, que me transportó a través de los años con las mismas vivencias cruzadas. Radicarme en Buenos Aires con 26 años de edad y un hijo de 5 años, constituyó lo que sería mi destino, allá por el año 69, pero aferrada para siempre a mi tierra natal, de la que “nunca me fui”.

Ya no están mis seres queridos, aquellos que dejé, pero mi casa de Blanes 980, está igual y mirando su balcón puedo ver aquella jovencita llena de sueños, que nada sabía de la vida y que un día esta mujer llena de vivencias la miraría desde abajo.

Como un árbol que pierde sus hojas y le nacen otros retoños, otros me esperan. Mi amor más grande, mi hijo Florencio y la familia que ha formado. Todavía me quedan primas, como solíamos decir de chicas, primas hermanas.

Cuando estoy entrando a Montevideo, la vista del Cerro ya me afloja las lágrimas, se me viene un aluvión de sensaciones y nuevamente al partir. Todo lo vivido en esos días que tienen tan expectante ante cada viaje, debo empezar a procesarlo para volver a adaptarme.

Siempre le pido a mis otros hijos que cuando llego, me den un día, es una transición muy fuerte que en silencio y mirando cómo están mis plantas y bajo ese techo que tanto amo y tanta historia vivida tiene, encuentro al fin el eje para superar y encauzar todo mi sentir.

Mi vida continuará aquí y de eso se trata, dejar Montevideo y todas mis añoranzas y afectos, pero todo eso constituye mi piel. Esa soy yo, la verdadera, la que nunca se fue. La que añora y sueña con las cuadras que me llevaban a la Rambla, con la pista de patinaje, de la Playa Ramírez, al Parque Hotel, que me parecía lo más lujoso que podía existir y soñando como Cenikcienta, formar parte de aquellos bailes, viendo entrar a chicas con sus vestidos de fiesta.

Su obra caló muy hondo en mi ser y le estoy eternamente agradecida. Ahora empezaré a ser su lectora, transitando los caminos por los que su pluma me llevará y que desde ya, imagino escritos con la misma sensibilidad de mi primer lectura.

Para despedirme… un toque de humor: “repecho”… palabra que aún a 47 años de vivir aquí, no puedo olvidar y que cada vez que la digo, mis hijos, entre risas, me dicen… ¡¿Repecho?!… ¡¿Mamá, qué decís?! ¡Y la encontré entre sus páginas! ¡Qué regalo! Desde la primera hasta la última página, un verdadero regalo… “Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante”. Justo el día de mi cumpleaños, también el suyo, que le regalo ser una nueva lectora.

Lo mejor para su vida y… ¡Gracias!

Beatriz González