Día Internacional de la Mujer

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Cada uno de nosotros venimos al Mundo con determinados dones. Desarrollarlos en bien de los demás y de uno mismo sería lo que corresponde. Algunos cumplen, son seres que evolucionan, otros dejan pasar la oportunidad y quedan donde están o involucionan.

La mujer nace con dones, como cualquiera, pero además tiene atributos y virtudes especiales. La Naturaleza le asignó un papel preponderante para el desarrollo de la vida. Posee una sensibilidad e intuición especiales, «viene» a este mundo con el compromiso de la maternidad, de modo que la capacidad para la protección, la creatividad y otras virtudes indispensables para el cumplimiento de su rol, ya las trae consigo desde su nacimiento.

Habría mucho más para comentar sobre este tema, pero ahora voy a contar una historia reciente que me hizo reflexionar… Hace algunos meses, uno de los integrantes del consejo directivo del Hogar Español de Ancianos, muy discreto él, por cierto, se enteró de que Alicia, una anciana española, dormía y prácticamente vivía con un joven en la plaza de Tres Cruces. Bajo el monumento a «La Loba» se guarecían y allí pasaban los días y las noches. El joven sufría la plaga de la droga y Alicia, que era su madre, lo protegía o trataba de protegerlo.

Desde que llegó de Galicia y por más de cuarenta años de servir en la misma casa, al morir sus patrones, la anciana emigrante se encontró de golpe en la calle, así que optó por esa forma cruda de vida hasta que el mencionado integrante del directorio del H.E. decidió ir en su coche a buscarla para convencerla de que se dejase trasladar al Hogar Español a fin de tener una mejor vida. A regañadientes y después de muchos ruegos ella aceptó pero no duró mucho su estadía en el Hogar, se le partió el alma cuando su hijo vino a buscarla, necesitaba de su protección y de sus escasos fondos para alimentar «la plaga» que lo estaba comsumiendo.

Poco tiempo después el joven fue internado en el Hospital de Clínicas y entonces Alicia volvió al Hogar Español de Ancianos. Unas semanas después su hijo falleció.

Después de dar sepultura a su hijo Alicia volvió al Hogar, donde fue recibida con más cariño aún. Todos los días se daba una vuelta por la Administración en busca del alimento que su alma necesitaba, recibir alguna muestra de afecto a fin de poder soportar su dolor.

Un día, hará dos o tres meses, estando yo allí en la Administración, junto con otro compañero de la directiva, aparece Alicia, arrastrando los pies, llorando y lamentándose por su hijo… «Ahora no me queda nada, ni hijo, ni familia… ¡nada!» Los dos hombres quedamos paralizados, no reaccionamos en absoluto, solo atinábamos a observar. Pero, las dos mujeres que había allí, reaccionaron completamente distinto, sin perder un instante se acercaron a Alicia, la abrazaron, lloriquearon con ella… «Alicia, sabes que no estás sola, nosotros te queremos y el Hogar es tu familia ahora.» Y la anciana emigrante dejó de llorar y se calmó.

Nos miramos asombrados con mi compañero, instantes después reaccioné y le hice el siguiente comentario… «Sabes… Nosotros no somos capaces de hacer esto.»