Sesenta años después

  1. Foto: A los pocos días de llegar con una gran ilusión a Montevideo, hace ahora sesenta años, con la compañía de mi hermana Mucha, el tío Pancho -el polizón que nos trajo a todos-, la tía Divina y las primas María del Carmen y Concepción.
    En la foto:  mis primas Concepción y María del Carmen, la tía Divina, mi hermana Carmiña y quien escribe, Manolito, acompañando al tío Francisco -Pancho-, el polizón que se fue de su casa cuando tenía tan solo diecisiete años de edad, allá por 1929. Un día de ese año le comentó a su hermano Leopoldo, dos años mayor, que él se iría de polizón en un barco, hacia cualquier lugar… «Guarda el secreto, nadie deberá enterarse y menos mamá». A sus hermanos Pablo y Marcelino «les distrajo» camisa y pantalón, Leopoldo le regaló unos zapatos nuevos y con ese petate se dirigió a Vigo, al barrio portuario del Berbés donde vivía Divina, la viuda de Vicente, el mayor de los hermanos Rocha, fallecido recientemente en el servicio militar de África. «Yo no quiero pasar por lo mismo que mi hermano Vicente, así que me voy para América, a cualquier lugar».
    Qué curioso, en ese momento comenzaba a gestarse la emigración de muchos miembros de la familia, algunos que aún no habían nacido. A fines de los ’50 llegué a contar treinta y nueve miembros de la familia en una de aquellas reuniones veraniegas de los domingos.
    La tía Divina cobijó a su cuñado en su casa y unos cuantos días después Pancho embarcaba en un vapor de pasajeros que se dirigía hacia Buenos Aires, vestido como un marinero más. El azar quiso que ese barco se dirigiera hacia el Sur y así quedó marcado el destino de los emigrantes de esa familia, que podía haber sido otro, La Habana, Nueva York, Valparaiso…
    Dos décadas después Francisco intentó la comunicación con su madre. Trabajaba él como marino mercante y en uno de los viajes a Europa, haciendo escala en Barcelona, desde allí efectuó una llamada telefónica a la casa de Doña Isabel, nuestra vecina del primer piso y dueña de la planta baja  que habitábamos en la Avenida Rosalía de Castro. «Tu madre falleció y le dimos sepultura ayer». Esa lacónica respuesta del otro lado de la linea hizo pedazos su ilusión. El silencio, la congoja invadieron su alma y de inmediato se hizo una promesa… «Ya que no podré ver a mi madre, me llevaré conmigo a todos los que pueda». Y esa fue su misión. Era un simple trabajador, apenas tenía unos pequeños ahorros, pero contaba con buenas amistades con las que fue consiguiendo créditos para solventar el gasto de los pasajes. Y así, dos años después, en 1951 emigraban los cinco de la familia de su hermana menor, Margarita, le seguiría la de la otra hermana, Carmen, mi madre, cinco más la prima Mº del Carmen, hija de su hermano Pablo, al que le había «distraido» una camisa sin estrenar cuando emprendió su aventura.
    La fotografía testimonia un día como hoy, una semana después de arribar a «la tierra de promisión». Emocionante recordar aquella época de gran ilusión. Todo era nuevo y nos sorprendía. No podríamos imaginar entonces de cuan duro sería el camino. Solo Mª del Carmen conseguía colocación en una casa de familia y el niño de trece años empezaba a trabajar como mandadero en una fábrica, once días después de arribar. Los otros dos que buscaban empleo, don Manolo el relojero y Carmiña su hija, debieron esperar dos meses para encontrar su oportunidad.
    Leopoldo y Francisco se reencontraron en Montevideo treinta años después, fue muy emocionante. Hubo momentos de gran alegría durante esos años, pero la congoja también dijo «presente». Solo doce años después Carmiña emprendía «el camino de las estrellas» y la seguiría Concepción casi enseguida. Los demás de la fotografía «se fueron» antes de finalizar la década de los ’70, salvo Mª del Carmen que vive en Compostela y quien escribe esta nota que echó raices donde se lo marcó el destino.

Banda de Gaitas Irmandade – Dez anos de camiño

«Diez años de camino». Un título significativo que marca nuestra trayectoria.
La Banda de Gaitas Irmandade, esa familia grande y entusiasta que celebra su décimo año de existencia con la realización de un gran festival musical al que están invitados a participar todos los músicos que a través de estos años pasaron por la banda, aportando su talento y dejando un afectuoso recuerdo y la amistad perdurable. A este espectáculo está invitada la Banda de Gaitas Güestia, de los amigos asturianos, además de otros invitados especiales. No solo se interpretará música tradicional gallega, habrá sorpresas del género musical.
¡Un espectáculo musical imperdible!