Charlas sobre la emigración y el «día del libro» en la ciudad de Salto

En la noche de este sábado regresamos de la ciudad de Salto, 500 kms. al norte de Montevideo, donde vivimos experiencias notables. Desde el día miércoles tuvimos encuentros con jóvenes y maestros del Colegio de la Inmaculada y otros dos colegios católicos, en El Ateneo; profesores y estudiantes del CERP -Centro Regional de Profesores-; alumnos y profesores del Liceo Nº 3; integrantes de la Asociación de Inmigrantes. Allí brindamos conferencias sobre dos temas: la emigración y «26 de mayo día del libro en Uruguay». Comentaremos en algún momento sobre la calidez, atención, respeto, cordialidad e interés en los temas tratados, que encontramos en esa preciosa y sobria ciudad del norte de nuestro país.

26 de Mayo – Día Nacional del Libro (Uruguay)

 

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Y a pesar de todo… ¡algunos «locos» continúan escribiendo libros y otros «cómplices más locos» tienen la osadía de publicarlos!

Un 26 de mayo de 1969, «día del libro», vendía mi primer libro, a un amigo que nunca lo supo hasta que lo leyó en «El vendedor de libros» muchos años después. No imaginaba entonces que yo pudiera llegar a ser uno de esos «locos». Más bien «loco doble» porque también los publicaba.

En un sentido homenaje al «Día del libro» vamos a hacer un breve comentario sobre anécdotas, curiosidades, en fin…  «algunas cosas» relacionadas, ya que existen en este blog notas de los años 2010, 11, 12 y 13, mes de mayo, que se refieren al origen e historia y como ya dije: «por aquello de no repetir…»

Según la «sentencia» de la entrada anterior… «Todo lo que escribas será usado en tu contra»… En vez de «será», más bien diría «podrá ser». Pero, claro, aquella se refería a los tiempos tumultuosos de la época del Santo Oficio de la Inquisición. Ahora es «algo distinto», dije «algo». Pero también se debe andar con mucho cuidado cuando se expresa algún pensamiento, idea, comentario, o lo que sea… por escrito, o se publica un libro, porque «la Inquisición»… ¿existe ahora? Por cierto que no, pero a veces parece como si siguiera existiendo. 

Cuando terminé de escribir «Relato de un emigrante…», me dije «¡nunca más!» Resulta demasiado emotivo «desnudar el alma» al escribir historias acerca de la sensación de desarraigo que produce el hecho de emigrar, sin siquiera pregunarle a uno… «¿qué te parece?» Sí, fue muy difícil terminar de escribir esas «historias», muchas veces tuve que parar, abandonar la escritura por varios días y evaluar seriamente si valía la pena continuar con esa especie de martirio, volviendo a los recuerdos, cada vez más profundos, casi olvidados. Sí, olvidar era lo que la mente ordenaba, el olvido era la protección necesaria para no volver a sufrir con ciertos recuerdos. Entonces el raciocinio me decía «¡no sigas!» Pero hubo dos factores fundamentales que «me empujaron» a seguir -hablaremos de eso más adelante, en cualquier otra entrada-. «Debes continuar con esas historias». Parecía un mandato, me despertaba muy temprano en la mañana, me ponía a escribir y los recuerdos fluían como agua de un manantial. El nudo en la garganta aparecía de vez en cuando, pero lo ignoraba, o eso trataba de hacer, porque… «debes continuar…» La voz interior era la que ordenaba. Pasado el trance, después venía la calma.

«El vendedor de libros» me hizo faltar a la promesa, bien pronto. Un cliente, amigo, profesor universitario, «me conminó» a escribir sobre ese tema. «¿Otra vez a los recuerdos?» Si bien éstos eran de otra época, también la emotividad «anduvo a caballo» todo el tiempo. Alivió la situación ciertas anécdotas cargadas de humor. Como bien digo a veces: «Este libro es para reflexionar acerca del afán de una independencia laboral. Tropezar cuarenta veces con la misma piedra. Caer y volverse a levantar. A veces hasta ronda por allí la ingenuidad y dan ganas de reir, otras veces… todo lo contrario.

¿Y con «Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante»? Eso sí que fue faltar rotundamente a la promesa, pero había una disculpa… ¡fue un caso de fuerza mayor! Ciertamente no pensaba escribir sobre el tema absolutamente nada más que tuviese relación con experiencias propias. Pero ocurrió. Sí, después de tanto deambular en mis continuados regresos al pueblo que había abandonado en busca de afectos, amigos de la infancia, de mi barrio, de la Escuela de los Hermanos… ¡Vaya! Como se titula uno de los capítulos… «¿Casualidad… Causalidad? El caso es que cincuenta y cinco años después, a raiz de un hecho fotuito relatado en este libro, me encuentro con algunos de los que andaba buscando y muchos más que ya ni recordaba, ni algunos de ellos a mí.

Entonces, en la reunión de camaradería que hacen todos los años, a la cual tuve la inmensa fortuna de asistir en el 2008, Oscar Canitrot, «el amigo del milagro», dice unas palabras muy emotivas relacionadas con el reencuentro. Y arranca con… «esta xuntanza es en honor a ti, al que regresa a su casa después de tanto tiempo…» Seguidamente me piden que yo diga algo. Y otra vez, como cuando estaba escribiendo el primer libro, el nudo en la garganta no me permitió expresión alguna y salvé la situación con una promesa… ¡la de escribir ‘algo’! No sabía entonces en el berenjenal que me metía porque algunos de mis compañeros, amigos, uno en especial, me hizo recordar «cosas» que yo tenía archivadas muy en el fondo de la memoria, era como si ya no las recordara, pero Pepe Aguiar las sacó a flote de manera magistral.

Hay allí pensamientos muy profundos que en el momento de escribir «Relato de un emigrante…» no imaginaba que habría de recuperar tiempo después. Y fue difícil, más que el otro, pero una promesa es para cumplirla. Para suavizar las emociones recurrí a contar historias de otros, amigos de aquí, «de este otro lado del mar», respecto a sus experiencias como emigrantes y lo que sentían al volver a su tierra después de mucho tiempo, el encanto y los desencantos. Sí, se cuenta de todo, «verdes y maduras». Pero, sentimos un alivio cuando de pronto nos encontraremos con el último de los capítulos de «Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante», que lleva por título… «Soñar».

 

Día Nacional del Libro en Uruguay – 26 de mayo

«Todo lo que escribas será usado en tu contra — La escritura es el objeto sobre el cual se inventó ese método de control llamado censura que no solo reprime y restringe las obras sino que también condena a sus responsables directos: los autores.»

En ‘entradas’ anteriores, de mayo 2012, 2013, 2014 nos hemos referido ampliamente al ’26 de mayo – Día Nacional del Libro en Uruguay’, por lo tanto, en homenaje al libro vamos a aprovechar este espacio (y el tiempo) para divulgar una serie de notas que consideramos interesantes, ‘prestadas’ del libro ‘Si te atreves dilo por escrito’, de Valeria García Ferreiro, Editorial Siglo XXI. No es la primera vez que recurrimos a este texto para ilustrarnos.

De hecho, la primera ‘entrada’ de este blog, del 26 de diciembre de 2009, se titula… El por qué de decirlo por escrito…  «Si te atreves… ¡dilo por escrito!… Ese es el título de un libro sabio que descubrí hace pocas semanas. Decirlo por escrito, compromete y si se habla de uno es algo así como desnudar el alma. No cabe duda que es un desafío decirlo por escrito, pero son varios los motivos que pueden influir para que uno se decida…» 

«El castigo exige un responsable — Antes de que el autor fuera reivindicado como propietario legal de su obra, fue reconocido como responsable penal del discurso escrito. Los textos empezaron a tener autores reconocidos como tales en la medida en que podían ser transgresivos.

Cuando la Iglesia y los Estados advirtieron la necesidad de imponer control a la escritura e inventaron la censura, exigieron conocer a quien hubiera producido la obra en cuestión. Porque el texto en sí no puede ser penalizado. A quien se puede juzgar y eventualmente castigar es a quien posea la potestad del material conflictivo, es decir, el autor.

La Inquisición Española publicó en 1612 un Index librorum prohibitorum et expurgatorum. En el documento firmado por el inquisidor general Bernardo Rojas y Sandoval, la categoría de autor y la presencia de nombres propios eran fundamentales para la identificación y designación de las obras prohibidas que estaban divididas en tres categorías: obras heréticas en particular; todos los textos producidos hasta ese momento por autores considerados heréticos; la producción pasada, presente y futura de un hereje.

Los libreros estaban obligados a mandar a los inquisidores dentro de un plazo de 60 días después de la publicación del Index, un inventario de los libros que debían tener clasificados en sus almacenes según el orden alfabético de los apellidos de sus autores.

La noción de autor fue el invento clave que permitió quemar obras y personas, eliminando la difusión de la herejía y la posibilidad de que un hereje pudiera seguir produciendo crímenes escritos.»

«Cualquier error a ojos de la Iglesia Católica en tiempos del Santo Oficio de la Inquisición, solía condenar a la hoguera. Las brujas, las obras herejes y sus autores, tuvieron el mismo destino. Pero ser quemado a causa de lo escrito tenía un significado simbólico particular: el reconocimiento del poder del condenado o de la obra escrita que había producido. Nótese que los autores que alimentaban la hoguera eran todos hombres, mientras que las brujas eran todas mujeres.»

«A las palabras escritas no se las lleva el viento sino el fuego. Sin embargo, las llamas son responsables de que muchos documentos antiguos se hayan conservado hasta nuestros días. La arcilla sobre la que se realizó la escritura cuneiforme, no se destruye con el fuego, se cuece. El resultado es mucho más sólido que la materia prima original. Se llama cerámica.»

«Durante dos siglos, la hoguera del Santo Oficio de la Inquisición se alimentó de textos, autores, traductores y escritores. La Iglesia Católica le otorgó poderes purificantes al fuego con lo que justificaba tan sádico método de ejecución. La víctima no siempre moría por contacto directo con las llamas sino por asfixia y ataque cardíaco producido por el intenso humo del fuego en la pira.»

50 Años del Hogar Español de Ancianos de Montevideo – 3ª parte

El gran predio arbolado y la amplia y sólida mansión, que pertenecieron primero a la Embajada de Alemania, después a dos familias del mismo origen, primero Schneck, luego Strauch, fueron adquiridos poco tiempo después y la propiedad, confirmando la inquietud que el Presidente del Hogar manifestara oportunamente al señor Ministro Licinio de la Fuente, fue escriturada a nombre del Gobierno de España, por decisión de las autoridades del Hogar Español y mediante la autorización correspondiente de la asamblea. Hasta hace un tiempo, antes de las importantes reformas y ampliaciones que se sucedieron, eran visibles en paredes y pisos de la mansión algunos símbolos del Gobierno Nazi de Alemania, pequeñas habitaciones sin ventanas en el sub suelo y hasta un pasadizo que comunicaba con otra edificación más pequeña ubicada en el parque, todo lo cual hacía pensar en la previsión de refugio por parte de los originales dueños y constructores. Según algunos testimonios ese edificio estaba destinado a ser la sede de un centro logístico de la Cancillería Alemana para la región. La familia Strauch, había decidido oportunamente poner en venta la propiedad, debido a una desgracia familiar ocurrida a uno de los miembros menores de la familia, en la piscina que había en el parque.

Varios lustros después de esa adquisición, comenzó en forma más notoria y decidida la colaboración de diversas instituciones gubernamentales del Estado Español, Ministerio de Trabajo -Dirección<A[Dirección|enderezo]> de Emigración-, Diputaciones, Alcaldías, Consejerías, Gobierno Autonómico de la Xunta de Galicia y un amplio etcétera. Momentos de grandes realizaciones, ampliaciones de obras, más y mejores comodidades para los residentes, sanitarios de última generación. En fin que el Estado Español pasó a ser el más importante de los contribuyentes, durante varios períodos gubernamentales. Contribuciones que desde hace un tiempo, por razones conocidas inherentes a los ajustes presupuestarios en la Administración del Estado Español, comenzaron a menguar notoriamente, motivo por el cual las autoridades del Hogar y sus colaboradores se ven enfrentados a un nuevo desafío.

Todas las épocas del Hogar Español fueron de grandes sacrificios por parte de sus colaboradores. Lo siguen siendo en la actualidad, en todo momento surgen nuevos contratiempos y dificultades a resolver, que contribuyen a que el mantenimiento sea una ardua tarea permanente. A corto plazo se verán en la imperiosa necesidad de tomar decisiones y resolver situaciones nuevas a fin de que el Hogar no solo pueda continuar en funcionamiento sino que además mantenga la calidad que lo caracteriza, lo cual promovió el reconocimiento general que lo califica como residencia para adultos mayores con la mejor puntuación posible.

En el momento actual habitan en el Hogar cerca de doscientos residentes, siendo los autoválidos totales un porcentaje menor que no llega al veinte por ciento. El promedio de existencia aumentó en el transcurso de los últimos años, en consecuencia, si bien la expectativa de vida es superior, también va en crecimiento el número de aquellos que no se desempeñan por sí solos, lo cual exige cada vez mayor cuidado y atención a los que son dependientes totales o semi dependientes, en consecuencia el consabido notorio aumento de presupuesto para cubrir las necesidades básicas y mantener el índice de calidad de vida.

Entre el personal Médico Sanitario, de Asistencia Social, de Servicio y Administración, en actividad permanente, así como integrantes del Consejo Directivo atendiendo los múltiples asuntos inherentes a su función, más la Comisión de Ayuda, que trabajan en forma continuada a fin de lograr recaudación de fondos, promoviendo eventos, animando los mismos, así como las reuniones bailables de los viernes por la tarde, y otros que eventualmente se realizan en el transcurso del año, todos ellos, los que cuidan con gran esmero de esos residentes de entre setenta y cien años de edad, igual que los que trabajan en forma anónima, con gran entrega, sin esperar nada a cambio, sin duda son el motor de la Institución.

Quizás el premio más enriquecedor es la media sonrisa que algún anciano o anciana, abandonando por un momento la mirada perdida en el vacío, de pronto brinda plácidamente a quien le está acariciando las manos o simplemente dirigiéndole algunas cálidas palabras… “Abuela, ¿necesita algo?, ¿cómo se siente hoy? ¿Quiere que le traiga agua o alguna otra cosa?” Un “gracias” silencioso, expresado por medio de la plácida mirada, actúa como un bálsamo para quien lo recibe, así como las palabras o caricias impregnaron de afecto el espíritu de aquellos que siempre están esperando algo tan simple, como profundo… el cariño de los demás.

Los que tienen la responsabilidad del manejo de la Institución, están en forma permanente, entre otras cosas buscando soluciones económicas para que el bienestar de los residentes se mantenga y mejore en lo posible. Aquellos de mayor edad o los que tienen algún deterioro en sus facultades, de pronto ya no son conscientes de la lucha diaria de muchos en aras de una búsqueda permanente para la mejora de su calidad de vida. Algunos de ellos parecen estar mirando a través del tiempo hacia algún lugar, época o situación, que quizás ya no recuerdan nada más que en forma muy vaga. Lo que sí siempre están esperando es una palabra cálida, ya sea de un familiar, de algún integrante del personal o simplemente de cualquiera que se acerque, se siente a su lado y le tome las manos, aunque nada más sea por unos minutos.

Todo aquel que se compromete con el Hogar Español de Montevideo, ya sea actuando como integrante del Consejo Directivo, de la Comisión de Ayuda, así como de cualquier otra comisión de trabajo, ya sabe que va a intentar aportar algo, no importando si es poco o mucho, en favor de los residentes que son los protagonistas y todo el esfuerzo va dedicado a ellos, al mantenimiento del hogar en el que residen. El esfuerzo no es premiado con algo relacionado con lo material. El “gracias” no se debe esperar nunca, no es necesario. El gesto del semblante complacido de un residente; la satisfacción interior que se experimenta al realizar cualquier acción en favor de ellos, es un premio mayor muy valorable, más que suficiente.

Todos los Consejos Directivos del Hogar Español fueron importantes a través de estos cincuenta años desde su fundación. Algunos efectuaron actos trascendentes y consiguieron logros destacados. Cuando allá en algún momento de la década de los ’70 se vivía una crisis institucional apareció el Consejo que puso las cosas en orden. Durante los primeros años de la década de los ’80 se consideró necesaria una reforma de algunos artículos del Estatuto Social y el Consejo Directivo de turno trabajó en forma árdua y con éxito. Entre otras modificaciones se bajó el número de miembros directivos de veinticuatro a doce.

En definitiva, todas las Juntas Directivas del Hogar Español debieron soportar grandes dificultades y trabajaron en forma titánica, haciendo lo mejor que pudieron. Sería injusto ponerse a nombrar Consejos Directivos, de tal o cual época, por la trascendencia o los logros que obtuvieron. Todos trabajaron con el mismo énfasis y ánimo de solidaridad y protección de los emigrantes españoles necesitados. Por lo tanto, habría que mencionarlos a todos, lo cual podría llegar a ser tedioso a la vez que injusto por quedar involuntariamente alguien en el olvido, lo cual no aportaría riqueza alguna a esta breve historia.

Los integrantes de las diversas comisiones, sienten que fueron generosos cumpliendo con su deber en forma desinteresada. También se puede decir que todos y cada uno fueron protagonistas en su momento, parte de un equipo que hizo el esfuerzo necesario para que, a pesar de las dificultades y contratiempos, la maquinaria de protección de nuestros mayores continuase funcionando. La satisfacción natural que experimentan esos seres solidarios por la acción del deber cumplido, que enriquecerá sus espíritus para siempre, es el mejor y más merecido premio y reconocimiento que colmará sus almas.

 

 

50 Años del Hogar Español de Ancianos de Montevideo – 2ª parte

Eran frecuentes las visitas de los integrantes del equipo a prominentes empresarios de la colectividad, como José Añón, Jesús Canabal, entre otros. Comentaría José Manuel Pazos: “Cada vez que íbamos a visitar a don Jesús Canabal a su fábrica de papel, Ipusa, para solicitarle alguna ayuda, no solo correspondía generosamente sino que salíamos de esas reuniones plenos de entusiasmo por el optimismo y empuje que nos transmitía para que continuásemos con la obra… ‘Cuando se vean en dificultades, por insalvables que parezcan, vengan por aquí que juntos le buscaremos la solución’…” De igual forma recurrían a otros empresarios prestigiosos de la época que, dando muestras de gran solidaridad, apoyaron la iniciativa de esos persistentes luchadores, que más se parecía a una utopía que a una posibilidad real.

En sus comienzos, y por varios años, el proyecto parecía una empresa imposible de lograr, había que pensar en personal médico, de enfermería, de servicios y partían de cero. La consabida desconfianza de algunos hacía que a veces se encontraban también con la aspereza de ciertos incrédulos, que percibían esa obra como algo imposible de lograr, entonces no faltaron aquellos más suspicaces que se expresaban con acritud hacia los “quiméricos soñadores”… “Dime la verdad, fulano… ¿tú en que ‘negocio’ andas?” Pero, a pesar de algún que otro desencanto de vez en cuando, el tenaz equipo continuaba con afán en lo que creían, con fe e ilusión. Y fue así que, ese grupo constituído en sociedad formal el 7 de abril de 1964, un año y medio después adquirió una casa en la esquina de las avenidas Millán y Sayago, en el barrio del mismo nombre, algo alejado del centro de Montevideo. El 19 de noviembre de 1965 se firmaban el compromiso de compra por la casona de varias habitaciones, ubicada en un predio ajardinado de tres mil setenta y tres metros cuadrados, por la que abonarían el valor de setecientos mil pesos.

El Consejo Directivo que tuvo a su cargo la responsabilidad del compromiso de compra de la propiedad, estaba constituído por: Ricardo Pérez Candame, Ramón Colomé Solé, José Manuel Pazos Pereira, Ángel Rodiño Buceta, Cristián Mantilla, Manuel Salgado, José Sarciada, Hipólito Porteiro, Eugenio Álvarez, Gumersindo Álvarez Blanco, Pedro Mendívil, Nieves Fernández, Florinda Pazos, Benjamín Fernández, Luis Luna, Eulogio González, José Villa Albo, Ramón Gómez, Germán Fernández Fraga, Manuel Estévez Rial y Emilia de Santurtún y Suazo.

La casona pertenecía al Consejo del Niño y servía de residencia a varios menores de edad a su cargo. El traslado de esos adolescentes a otro hogar ya estaba determinado, solo faltaban detalles administrativos. Muchos suponían que la consabida burocracia del Estado frenaría la ilusión de ocupar el edificio por unos cuantos meses. Los persistentes españoles no se amilanaron lo más mínimo, simplemente se dirigieron personalmente a la directora del Instituto, la doctora Adela Reta, para solicitarle la liberación de la propiedad a la mayor brevedad posible. La mencionada señora los atendió en forma amistosa y les prometió una pronta resolución. Pasó solo algo más de una semana, el traslado de los jóvenes a su nuevo hábitat se concretó y la casona quedó libre y a disposición del Hogar Español de Ancianos.

Tramitados los permisos correspondientes, en carácter de urgente, en esa amplia casa quinta, después de acondicionarla con el mínimo necesario, alojaron de inmediato a los primeros adultos mayores, siete españoles que en ese momento eran residentes del precario Asilo para Ancianos Piñeyro del Campo. Al ver cumplido su primer logro y comprobar que el emprendimiento tenía posibilidades, los visionarios elevaron su autoestima y al influjo del ánimo que invadía sus espíritus, multiplicaron con más énfasis su accionar. Parecían frailes incansables mendigando para los más necesitados, le pedían colaboración a todos los más pudientes, empresarios y empleados que estuviesen en posibilidad de ayudar. Los que menos podían colaboraban haciéndose socios o con pequeñas donaciones.

Las adhesiones siempre fueron en aumento. En el año 1975 la Institución contaba con un registro de dos mil quinientos setenta socios colaboradores.

La colectividad española en general respondió en muy buena forma. Crecía el entusiasmo y se arrimaban voluntades al proyecto ya convertido en realidad. Se dieron casos como el del centro social y mutualista Casa de Galicia. Estando en ejercicio de la presidencia Manuel Rodiño Buceta, mediante asamblea de socios y con el voto unámime de los presentes, se resolvió otorgar en principio, el uno por mil de la recaudación para el Hogar Español de Ancianos. El Club Español también donaba una parte de sus ingresos. El Centro Asturiano y la Casa de Asturias destinaban una parte del dinero que obtenían en sus reuniones festivas. De alguna forma, en mayor o menor grado, todas las instituciones españolas, Centro Gallego, y demás clubes sociales, Valle Miñor, Orensano, Morgadanes, Bergantiños, Valenciano, Casa Andaluza y un largo etcétera, destinaban parte de sus beneficios en favor de la obra en desarrollo, que entusiasmaba y era ya orgullo de todos los españoles.

Las donaciones de propiedades, por parte de personas o instituciones, fueron y son un aporte muy importante para reserva y recurso de fondos que muchas veces sirvió como tabla de salvación para atender las necesidades del elevado presupuesto de la Institución. Quizás uno de los primeros legados fue el edificio que ocupaba Casa de España en la calle Mercedes casi Minas. Dicha sociedad se fundó en Montevideo en octubre de 1936, con el fin político de representación de la República Española en el Exilio. En junio de 1979 ponía fin a su existencia. Ante ese hecho, el Consejo Directivo convocó a una asamblea de socios con el objetivo de donar la propiedad al Hogar Español de Ancianos. La votación unánime de los asambleistas se pronunciaba por la afirmativa. El documento de propiedad fue entregado en una reunión que se realizó en la Embajada de España. Según testimonio de Rogelio Martínez Barreiro, dirigente de Casa de España, presente en dicha asamblea, la casa fue vendida después en una acción de remate y el Hogar recibió por tal concepto, una cifra muy importante, oportuna para cubrir necesidades urgentes del momento.

Otro caso destacable fue el legado que dejó establecido don Jesús Canabal Fuentes, dos años antes de su fallecimiento, para diecisiete instituciones, casi todas españolas, entre las que estaba incluído el Hogar Español de Ancianos.

Según comentario de Eduardo Alonso: “Después de agosto de 1985, cuando don Jesús dejó de existir, como Secretario del Hogar, por varios años, al final del ejercicio de Ipusa, éramos citados y allá nos dirigíamos con el Tesorero de turno, al departamento de la calle Río Branco donde habitaba Maravilla Pérez, la viuda de Canabal, con quien manteníamos siempre una prolongada conversación acerca de diversos detalles y marcha de la Institución. Ella misma nos hacía entrega del cheque que correspondía al cobro de los dividendos por las Acciones que pertenecían al Hogar Español.” Aparte de lo mencionado, son innumerables los testimonios de agradecimiento del Hogar a don Jesús, por las múltiples donaciones que efectuaba en forma continuada para la compra de colchones, camas y un sinfín de elementos necesarios.

Había también un número importante de colaboradores individuales, muchos de ellos que preferían permanecer en el anonimato, y de pronto no existen testimonios escritos, pero sí en la memoria de algunos, como es el caso de Manuel Martínez Calvelo, emigrante gallego nacido en Coristanco en 1922, instalado con panadería en el barrio de La Unión, quien además participaba en acciones de ayuda en favor del Hospital Sanatorio Español, junto con su paisano, el andaluz José Martínez Reina, propietario de la fábrica téxtil “La Aurora”, quien proporcionaba mantas para dicho hospital, del cual fue presidente, y ambos donaban el dinero para la compra de colchones y otras necesidades, para una y otra institución.

Sin duda que habría muchos más ejemplos para destacar. Sirvan como muestra nada más que los mencionados a modo de síntesis de esta exposición, aunque también por respeto a la discreción y reserva que la mayoría de los colaboradores, aún en el tiempo presente, pefieren mantener. Por tal motivo es justo mencionar la dignidad derivada de la solidaridad desinteresada de un elevado número de emigrantes españoles, de todas las regiones, anónimos, o los nombres de los cuales poco trascendieron, por solicitud expresa de ellos mismos, procurando prestar su colaboración de alguna forma, de acuerdo a sus posibilidades, con gran sacrificio muchas de las veces, antes en favor de los que quedaban en España, en los tiempos de necesidades notorias, con envíos de dinero, instalación de centros de estudio y de sanidad, y tiempo después en atención a los requerimientos de algunos de sus paisanos residentes en Uruguay.

Los primeros tiempos del Hogar Español de Ancianos fueron de un enorme sacrificio, pero nadie bajaba los brazos, todos los que podían colaboraban de una forma u otra. Consuelo, natural de Cartagena, empleada de la mueblería del asturiano José Caso Vigil, otro de los entusiastas colaboradores y fundador, atendía diversos quehaceres del Hogar en sus momentos libres. La esposa del catalán Domenech, directivo en los primeros tiempos, una monja retirada, se encargaba de la atención de la cocina. Todo el que podía concurría lo más posible a la casona presto a realizar cualquier tarea que fuese necesaria.

Las esposas de los integrantes del Consejo Directivo y de allegados colaboraron decididamente desde el comienzo, formando una Comisión de Damas, que siempre estuvo muy activa, actuando con gran eficacia, con logros importantes en la recaudación de fondos y otros detalles más trascendentes como el acercamiento permanente hacia los residentes a fin de brindarles palabras de afecto y momentos de compañía. El espíritu de ese equipo, que en determinado momento pasó a denominarse Comisión de Ayuda, se mantuvo inalterable siempre, hasta el momento actual en que su exitosa participación resulta imprescindible.

Pocos años después de la fundación, los integrantes del Consejo Directivo y sus colaboradores veían desbordada la capacidad de la casona de la esquina de Millán y Sayago. El estado de acinamiento se acercaba cada vez más, los ruídos derivados del tránsito vehicular y ferroviario, teniendo dos avenidas y la vía del tren a pocos metros de distancia, hacía que la residencia comenzase a ser poco confortable. La preocupación de todos iba en aumento. Sentían la necesidad de un cambio importante, a un lugar con mayor capacidad, pero les costaba mucho esfuerzo reunir los fondos necesarios para acometer ese nuevo desafío.

La comunicación y acercamiento entre el Hogar Español y las autoridades del Gobierno de España, en ambos sentidos, fue motivo de preocupación desde los primeros tiempos. Consideramos oportuno transcribir parte de una carta del 25 de junio de 1969, del Hogar Español, dirigida a:

“Don Fernando Magariños Torres – Instituto Español de Emigración – Madrid… Distinguido amigo: Hemos recibido sus atentos saludos desde Madrid, así como los del Ministro de Trabajo y del Director General del Instituto (…) Todavía vibrante en nuestro ambiente el eco de la palabra encendida de nuestro Ministro, queremos hacerle algunas puntualizaciones referente al Hogar Español, ya que los muchos problemas a que ustedes quisieran prestar atención durante la visita y la brevedad de la misma, nos impidieron abundar en este aspecto que consideramos de utilidad esté en conocimiento del Instituto Español de Emigración.

La vieja casona (…) oportunamente visitada por el Ministro de Trabajo y su comitiva, fue adquirida por el Hogar, hace tres años en unos $ 700.000, cuenta que en estos días estamos en trance de saldar. Conceptuamos su valor en estos momentos en unos tres millones de pesos (…) Al realizar esta adquisición esperábamos una decidida reacción de la colectividad que, hasta ese momento a cinco años de puesta en marcha la idea del Hogar, limitaba su generosidad económica por falta de algo tangible que pusiera de manifiesto la seriedad y eficiencia del trabajo realizado por un grupo. (…)

El señor Romeo Gorría, después de observar detenidamente el estado de la edificación, manifestó claramente la escasa utilidad que podía prestarnos ese local, animándonos a venderlo y adquirir un predio capaz de albergar un edificio más apropiado y que ofreciera posibilidades para cultivo y actividades de granja. Fueron sus palabras textuales: ‘Esto no sirve; vendan esto y compren esas hectáreas de que hablan; yo les mandaré un proyecto desde España para que edifiquen’.

Compartimos plenamente las palabras de nuestro Ministro. Sin duda que tan pronto nos sea posible habilitaremos este precario edificio para una veintena de ancianos; tal vez esto sirva para mover a los compatriotas pudientes de nuestro medio y con la colaboración ofrecida por el Gobierno Español, acometeremos esta obra que cada día se hace más necesaria por la escasez de viviendas, el subido costo de los alquileres y las magras jubilaciones asignadas a muchos de nuestros ancianos.

Con la seguridad de que nuestras inquietudes y problemas son siempre muy bien recibidas y atendidos por el Instituto Español de Emigración, le hemos ofrecido a usted esta impresión del Hogar Español, obra que deseamos sea el orgullo de España en el Uruguay.

Con este motivo nos valemos de la oportunidad para saludar a usted con nuestra consideración más distinguida.”

“Arturo Suárez Carbonell-Secretario      Eugenio Álvarez Teijeira-Presidente”

Poco tiempo después, las autoridades del Hogar ya tenían en vista una mansión amplia situada en medio de un gran parque arbolado. La capacidad se multiplicaba por cuatro o cinco. La ubicación, en la Avenida de las Instrucciones, relativamente cerca de la casona que ocupaban, resultaba ser muy adecuada. Pero, los resultados de recaudación eran muy magros y  para colmo de males, no encontraban el eco que necesitaban y esperaban de las representaciones diplomáticas españolas del momento.

Con la preocupación de acometer la nueva empresa, aunque con cierto desánimo, cambiaban ideas y deambulaban otra vez en busca de fondos importantes, cuando de pronto, dos años después del acontecimiento relacionado con el Ministerio de Trabajo, comentado anteriormente, el Hogar recibe una visita trascendente. Llega a la residencia de ancianos don Licinio de la Fuente, Ministro de Trabajo y Seguridad Social del Gobierno de España. De la avenida Millán y Sayago los directivos acompañaron al insigne visitante a la Avenida de las Instrucciones a fin de presentarle al señor Ministro la mansión y parque con la que soñaban. El Presidente del momento, don Eugenio Álvarez Teijeira, después de acompañar al ilustre visitante en una recorrida por las amplias instalaciones y el predio arbolado, ideales para la ubicación de la nueva residencia para los ancianos, planteó al representante del Estado Español la necesidad de obtener una ayuda de su gobierno, a fin de reunir los recursos faltantes para la adquisición y concretar así el sueño de todos. Entonces, el señor Ministro le preguntó a Álvarez Teijeira… “¿Cuánto es el dinero faltante que ustedes necesitan para efectuar esta adquisición?” Y a la respuesta del Presidente del Hogar, el representante español manifestó… “¡Desde ya puede contar usted con ese dinero en su bolsillo, señor Presidente!”

 

50 Años del Hogar Español de Ancianos de Montevideo

Hogar Español de Ancianos – 50 Años de existencia

 Entre el crepúsculo de la década de 1950 y los albores de la siguiente, la emigración española hacia a ambas orillas del Río de la Plata comenzó a decrecer notoriamente. Algunos ya emprendían el retorno a su lugar de origen, aunque fueran pocos los que se quedaran definitivamente en España. Era el comienzo de una época distinta, los países de Europa comenzaban a resurgir económicamente, mientras en España aún había escasez de posibilidades laborales, por lo que muchos de los retornados recurrían a emprender una vez más el camino incierto de la emigración, ahora hacia la nueva esperanza, la Europa Central.

La actividad cultural, festiva, política, de la colectividad española en Uruguay  no menguó ni fue afectada por lo antedicho. Al contrario de lo que podría considerarse lógico, se potenció de tal forma, que acontecieron en ese tiempo hechos trascendentes, considerándose uno de los más importantes la fundación del Hogar Español, en primer término, pasando a adquirir por cierto período el nombre de Hogar Español y Ambientación de la Ancianidad, antes de constituirse en sociedad civil formal, adquiriendo tiempo después el nombre definitivo de Hogar Español de Ancianos, denominación vigente por varias décadas. Finalmente, desde hace varios, el nombre definitivo pasó a ser Hogar Español.

El tiempo feliz del Uruguay de la economía floreciente, la “Suiza de América”, ya había dejado de existir. Comenzaba una época de grandes dificultades, que un grupo de emigrantes españoles, perspicaces, tenaces, poseedores de una gran fortaleza espiritual, percibió. Fue así que comenzaron los desgastantes esfuerzos individuales, al principio, en busca de una solución para aquellos emigrantes carentes de familia y recursos económicos. Los visionarios pronto advirtieron que en un futuro próximo los desamparados podrían llegar a ser muchos.

En un momento determinado aquellas personas inquietas se buscaron, con mucho entusiasmo comenzaron a cambiar ideas y finalmente decidieron formar equipo a fin de impulsar lo que pronto sería una obra social de gran alcance, la creación de un hogar para ancianos españoles emigrantes necesitados de ayuda. En ese tiempo ya había algunos adultos mayores en precarias condiciones, que necesitaban auxilio en forma urgente. La tarea se presentaba árdua, afloró entonces la fortaleza de espíritu, la característica generosidad del emigrante español en favor de los demás. Ya en las primeras reuniones, que se realizaban al comienzo en las oficinas de remates del asturiano Sanjurjo, se comprometían en una iniciativa de características extraordinarias que pondría a prueba su temperamento, en momentos que no eran los más favorables merced a la inestabilidad económica, política y social existentes en el país. Precisamente tal vez esas circunstancias negativas era lo que más los impulsaba a enfrentar con mayor energía esa acción, por las necesidades y el desamparo que acechaba a unos cuantos compatriotas.

Tiempo después el equipo tenía su Secretaría de Organización en la sede del Centro Gallego de Montevideo, lugar donde también se reunían de vez en cuando. Los recibos de “cuota social” tenían la siguiente inscripción: “Hogar Español y Ambientación de la Ancianidad – Secretaría de Organización. San José 870, teléfono 8 24 86 (Centro Gallego) – Montevideo”. Más adelante, el grupo aceptó el ofrecimiento de las autoridades del Club Español y fijó el lugar de la Avenida 18 de Julio 1332, para las reuniones y sede de su Secretaría, que lo fue hasta fines de 1973.

Lo más probable es que la idea ya comenzase a germinar desde hacía un tiempo en la mente de varios emigrantes españoles, quizás al mismo tiempo, pero de acuerdo a testimonios, la primera expresión surgió de Gumersindo Álvarez Blanco, de profesión enfermero, nacido en Galicia, persona polémica, extrovertida y entusiasta en extremo. Los principales impulsores del proyecto que desde un principio se sumaron a la idea del ya nombrado, fueron, José Manuel Pazos Pereira, Rómulo Ardán, Ángel Rodríguez, Ángel Rodiño Buceta y varios más que junto a algunas empresas propiedad de españoles emigrantes, se fueron uniendo al grupo pionero. Las mutualistas Casa de Galicia, fundada en 1917 y la Asociación Española Primera de Socorros Mútuos, existente en Uruguay desde 1853, así como los demás centros sociales españoles, en mayor o menor medida prestaron su amplio apoyo desde un comienzo.

En esos primeros años de la década de los ’60, cuando se estaba formando el Hogar Español de Ancianos, la prioridad del equipo en crecimiento fue buscar la forma de reunir fondos a fin de adquirir una propiedad con el objetivo de cubrir una necesidad inmediata, albergar allí a algunos ancianos españoles residentes en el Asilo Piñeyro del Campo, institución muy carenciada del Estado.

La primera tarea a emprender era la adhesión de socios, de tal forma don Gumersindo Álvarez Blanco, se auto suscribe con una cuota importante, en Enero de 1960. Le siguieron Jesús Alonso en abril del mismo año y en el mes de junio, José González Gonda, Germán González Pérez, Juan Moreira, Celestino Caeiro, Manuel F. Alonso, Francisco Vázquez, José Benítez Alonso, Francisco Vázquez, Ramón Colomé Solé, José Pino, Plácido Añón, Manuel Otero Bello, José Alonso, Aquilino Perin Barreiro, Manuel y José Fernández, Manuel Martínez Rodríguez, Ángel Albariño, Hipólito Porteiro, José Barreiro Lago, Asunción G. de Durán, Manuel Bravo, Gumersindo Carballal, Estévez y Juncal, Carlos Fernández, Francisco Lorenzo, José Souto Souto, Ubaldino Mosquera. A esta lista siguieron José Manuel Pazos Pereira, Ángel Rodiño Buceta y un número importante de entusiastas colaboradores. La asignación más elevada era de mil doscientos pesos, le seguían otras de seiscientos, trescientos, doscientos cuarenta y ciento veinte.

Sin duda, suscripciones que deberían ser anuales, cuando en esa época el sueldo mensual de un auxiliar administrativo de comercio rondaba los quinientos a ochocientos pesos. El dólar tenía un valor de aproximadamente cuatro pesos. Un lustro después la unidad monetaria de Estados Unidos pasaba a costar veinte pesos. En el primer trimestre de 1965 comenzaba una época de inestabilidad económica, la inflación de desataba en forma desenfrenada.

Destacamos un documento de cobranza de la señora María Teresa Devesa, de Enero de 1964, que nos ilustra en cuanto a los valores de la época… “Por nueve mensualidades cobradas adelantadas valor $ 48.45…” “Por nueve donaciones

valor $ 79.00, consideradas como pago de cinco cuotas…”

Esta es la primera nota de otras que seguirán, transcribiendo aquí una breve historia del Hogar Español, que cumplió 50 años el 7 de abril de 2014, que se publicó en un libro-revista con ilustraciones, que está disponible para quien desee tenerlo. Ese día, en el comedor del Hogar, se realizó una cena con música, baile, en homenaje a los residentes y se invitó a los funcionarios que quisieran concurrir. Afortunadamente pudo asistir un número muy importante de residentes y colaboradores. Allí se les entregaron medallas a siete empleadas que ya llevaban más de veinticnco años prestando servicios. También se dio presentes a residentes con más de veinte años de permanencia. Huelga decir que fue un acto altamente emotivo, que culminó con, además del discurso, canciones a capela del propio presidente del Hogar. En notas próximas se comentará acerca de otros eventos relacionados con este cincuentenario.