De la biografía de Jesús Canabal Fuentes
A quien dices tu secreto, das tu libertad y estás sujeto.
Precisamente, la seguridad de sus acciones, la convicción, la decisión oportuna tal vez en base a la intuición y el acierto, lo acompañaron siempre.
A fines del año 1938, cuando contaba con cuarenta y un años de edad, era el principal accionista y presidía el directorio de Ipusa. Los rumores de un inminente conflicto bélico mundial de extraordinarias proporciones reclamaron especialmente su atención. Sin materia prima procedente de Europa su novel fábrica de papel podría quedar paralizada y le transmitía su preocupación a los demás compañeros del directorio, tratando de buscar una solución para el abastecimiento de su fábrica, que corría serio peligro. Los directores de la fábrica de pasta de celulosa de Suecia que los abastecía, alertó a tiempo al directorio de Ipusa. El transporte marítimo podría suspenderse en cualquier momento debido al peligro inminente. En vez de una carga regular, varias toneladas del producto, ofrecieron enviarles una carga completa que casi completaba el barco de mediano porte y significaba multiplicar por diez el pedido regular que alcanzaba para varios meses de producción, lo cual era el ideal en tiempos normales.
Canabal tomó en serio el llamado de alerta de su proveedor, percibió la solución en ese ofrecimiento de la fábrica de celulosa de Suecia. Luego de varias reuniones de directorio al fin logró convencer a la mayoría de sus compañeros del consejo.
Algunos otros se mostraban muy recelosos de efectuar esa operación de proporción inusual. Finalmente fue aceptada la propuesta de Canabal, se procedió a solicitar el crédito bancario necesario y se concretó el pedido a la fábrica de Suecia.
Pasaba el tiempo, no había noticias de la fábrica de celulosa y el crédito bancario ya estaba funcionando, por lo tanto ya había comenzado a amortizarse. Los directores que en un principio no habían estado de acuerdo en la concreción de ese negocio, comenzaron a tratar de convencer a los demás para efectuar la anulación del embarque y la liquidación del crédito bancario. Por supuesto que Canabal no estaba enterado oficialmente de esa acción que se desarrollaba a sus espaldas… pero, igualmente estaba enterado. Su cargo de presidente del directorio corría peligro, él lo sabía, el tiempo podría ser su aliado… o no.
Así pues, algunos integrantes del directorio convocaron a Canabal y los demás directores para una reunión extraordinaria. El asunto a tratar no fue dado a conocer por los convocantes. Pero Canabal sabía que el mismo era la anulación del negocio y su destitución como presidente.
La reunión se realizaría un determinado día de comienzos de 1939, en horas de la tarde como de costumbre. Ese mismo día, cuando faltaba casi una hora para el comienzo de la sesión, el gerente se dirige al despacho de Canabal y le entrega un telegrama que acababa de llegar de Suecia. Don Jesús lo abre, se pone las gafas, lo lee, lo cierra nuevamente, se lo devuelve al gerente y le pide que lo guarde en la carpeta de asuntos varios, la cual llevaría a la reunión del directorio.
A la hora fijada ya estaban el gerente y el directorio en pleno en la sala de sesiones. Canabal fue el último en entrar. Silencio, rostros serios, miradas esquivas. Don Jesús saludó a todos con afabilidad tal cual era su costumbre, tomó asiento con calma, le pidió la carpeta de asuntos varios al gerente, la abrió, miró ligeramente los papeles, reparó en el telegrama, lo retiró de la carpeta y dijo… “Ah, llegó un telegrama de la fábrica de celulosa de Suecia… Permítanme que le demos lectura antes de comenzar la reunión por si se trata de algo importante.” Y sin esperar respuesta… “Por favor señor gerente, tenga la bondad de leerlo ya que yo dejé las gafas en mi despacho.”
“Señor Canabal ayer salió buque Augusta con carga completa celulosa para Ipusa. Será último embarque que sale debido a inminencia conflicto bélico mundial. Nuestra fábrica canceló producción tiempo indeterminado. Es incierta reanudación de embarques tal vez por mucho tiempo. Felicitamos calurosamente a usted y directorio de Ipusa por la acertada decisión”.
Las miradas de todos los integrantes del directorio se cruzaron, por un momento reinó el silencio en la sala, hasta que Canabal, como ignorando la situación de fondo, con su clásica media sonrisa, se dirigió a sus compañeros y dijo… “¿Tenemos alguna novedad hoy? Ah… ¿cuál es el punto a tratar en esta reunión extraordinaria?”
De pronto, el silencio era total en la sala, las miradas se cruzaron, las manos de algunos se retorcían nerviosamente. Mientras esperaba respuestas, Canabal no dejaba de mirar a uno y otro alternadamente, sonriendo levemente como de costumbre. Después de unos momentos, por fin uno de los directores dirigiéndose a él expresó: “No, don Jesús, no hay nada especial que tratar, mejor vamos directamente a asuntos varios.” Los demás compañeros de directorio asintieron, algunos se distendieron, otros se movieron nerviosamente en sus asientos y todos se expresaron de forma similar a como lo hizo el primero que rompió el silencio y terminaron felicitando a su presidente por la acertada decisión.