Eran frecuentes las visitas de los integrantes del equipo a prominentes empresarios de la colectividad, como José Añón, Jesús Canabal, entre otros. Comentaría José Manuel Pazos: “Cada vez que íbamos a visitar a don Jesús Canabal a su fábrica de papel, Ipusa, para solicitarle alguna ayuda, no solo correspondía generosamente sino que salíamos de esas reuniones plenos de entusiasmo por el optimismo y empuje que nos transmitía para que continuásemos con la obra… ‘Cuando se vean en dificultades, por insalvables que parezcan, vengan por aquí que juntos le buscaremos la solución’…” De igual forma recurrían a otros empresarios prestigiosos de la época que, dando muestras de gran solidaridad, apoyaron la iniciativa de esos persistentes luchadores, que más se parecía a una utopía que a una posibilidad real.
En sus comienzos, y por varios años, el proyecto parecía una empresa imposible de lograr, había que pensar en personal médico, de enfermería, de servicios y partían de cero. La consabida desconfianza de algunos hacía que a veces se encontraban también con la aspereza de ciertos incrédulos, que percibían esa obra como algo imposible de lograr, entonces no faltaron aquellos más suspicaces que se expresaban con acritud hacia los “quiméricos soñadores”… “Dime la verdad, fulano… ¿tú en que ‘negocio’ andas?” Pero, a pesar de algún que otro desencanto de vez en cuando, el tenaz equipo continuaba con afán en lo que creían, con fe e ilusión. Y fue así que, ese grupo constituído en sociedad formal el 7 de abril de 1964, un año y medio después adquirió una casa en la esquina de las avenidas Millán y Sayago, en el barrio del mismo nombre, algo alejado del centro de Montevideo. El 19 de noviembre de 1965 se firmaban el compromiso de compra por la casona de varias habitaciones, ubicada en un predio ajardinado de tres mil setenta y tres metros cuadrados, por la que abonarían el valor de setecientos mil pesos.
El Consejo Directivo que tuvo a su cargo la responsabilidad del compromiso de compra de la propiedad, estaba constituído por: Ricardo Pérez Candame, Ramón Colomé Solé, José Manuel Pazos Pereira, Ángel Rodiño Buceta, Cristián Mantilla, Manuel Salgado, José Sarciada, Hipólito Porteiro, Eugenio Álvarez, Gumersindo Álvarez Blanco, Pedro Mendívil, Nieves Fernández, Florinda Pazos, Benjamín Fernández, Luis Luna, Eulogio González, José Villa Albo, Ramón Gómez, Germán Fernández Fraga, Manuel Estévez Rial y Emilia de Santurtún y Suazo.
La casona pertenecía al Consejo del Niño y servía de residencia a varios menores de edad a su cargo. El traslado de esos adolescentes a otro hogar ya estaba determinado, solo faltaban detalles administrativos. Muchos suponían que la consabida burocracia del Estado frenaría la ilusión de ocupar el edificio por unos cuantos meses. Los persistentes españoles no se amilanaron lo más mínimo, simplemente se dirigieron personalmente a la directora del Instituto, la doctora Adela Reta, para solicitarle la liberación de la propiedad a la mayor brevedad posible. La mencionada señora los atendió en forma amistosa y les prometió una pronta resolución. Pasó solo algo más de una semana, el traslado de los jóvenes a su nuevo hábitat se concretó y la casona quedó libre y a disposición del Hogar Español de Ancianos.
Tramitados los permisos correspondientes, en carácter de urgente, en esa amplia casa quinta, después de acondicionarla con el mínimo necesario, alojaron de inmediato a los primeros adultos mayores, siete españoles que en ese momento eran residentes del precario Asilo para Ancianos Piñeyro del Campo. Al ver cumplido su primer logro y comprobar que el emprendimiento tenía posibilidades, los visionarios elevaron su autoestima y al influjo del ánimo que invadía sus espíritus, multiplicaron con más énfasis su accionar. Parecían frailes incansables mendigando para los más necesitados, le pedían colaboración a todos los más pudientes, empresarios y empleados que estuviesen en posibilidad de ayudar. Los que menos podían colaboraban haciéndose socios o con pequeñas donaciones.
Las adhesiones siempre fueron en aumento. En el año 1975 la Institución contaba con un registro de dos mil quinientos setenta socios colaboradores.
La colectividad española en general respondió en muy buena forma. Crecía el entusiasmo y se arrimaban voluntades al proyecto ya convertido en realidad. Se dieron casos como el del centro social y mutualista Casa de Galicia. Estando en ejercicio de la presidencia Manuel Rodiño Buceta, mediante asamblea de socios y con el voto unámime de los presentes, se resolvió otorgar en principio, el uno por mil de la recaudación para el Hogar Español de Ancianos. El Club Español también donaba una parte de sus ingresos. El Centro Asturiano y la Casa de Asturias destinaban una parte del dinero que obtenían en sus reuniones festivas. De alguna forma, en mayor o menor grado, todas las instituciones españolas, Centro Gallego, y demás clubes sociales, Valle Miñor, Orensano, Morgadanes, Bergantiños, Valenciano, Casa Andaluza y un largo etcétera, destinaban parte de sus beneficios en favor de la obra en desarrollo, que entusiasmaba y era ya orgullo de todos los españoles.
Las donaciones de propiedades, por parte de personas o instituciones, fueron y son un aporte muy importante para reserva y recurso de fondos que muchas veces sirvió como tabla de salvación para atender las necesidades del elevado presupuesto de la Institución. Quizás uno de los primeros legados fue el edificio que ocupaba Casa de España en la calle Mercedes casi Minas. Dicha sociedad se fundó en Montevideo en octubre de 1936, con el fin político de representación de la República Española en el Exilio. En junio de 1979 ponía fin a su existencia. Ante ese hecho, el Consejo Directivo convocó a una asamblea de socios con el objetivo de donar la propiedad al Hogar Español de Ancianos. La votación unánime de los asambleistas se pronunciaba por la afirmativa. El documento de propiedad fue entregado en una reunión que se realizó en la Embajada de España. Según testimonio de Rogelio Martínez Barreiro, dirigente de Casa de España, presente en dicha asamblea, la casa fue vendida después en una acción de remate y el Hogar recibió por tal concepto, una cifra muy importante, oportuna para cubrir necesidades urgentes del momento.
Otro caso destacable fue el legado que dejó establecido don Jesús Canabal Fuentes, dos años antes de su fallecimiento, para diecisiete instituciones, casi todas españolas, entre las que estaba incluído el Hogar Español de Ancianos.
Según comentario de Eduardo Alonso: “Después de agosto de 1985, cuando don Jesús dejó de existir, como Secretario del Hogar, por varios años, al final del ejercicio de Ipusa, éramos citados y allá nos dirigíamos con el Tesorero de turno, al departamento de la calle Río Branco donde habitaba Maravilla Pérez, la viuda de Canabal, con quien manteníamos siempre una prolongada conversación acerca de diversos detalles y marcha de la Institución. Ella misma nos hacía entrega del cheque que correspondía al cobro de los dividendos por las Acciones que pertenecían al Hogar Español.” Aparte de lo mencionado, son innumerables los testimonios de agradecimiento del Hogar a don Jesús, por las múltiples donaciones que efectuaba en forma continuada para la compra de colchones, camas y un sinfín de elementos necesarios.
Había también un número importante de colaboradores individuales, muchos de ellos que preferían permanecer en el anonimato, y de pronto no existen testimonios escritos, pero sí en la memoria de algunos, como es el caso de Manuel Martínez Calvelo, emigrante gallego nacido en Coristanco en 1922, instalado con panadería en el barrio de La Unión, quien además participaba en acciones de ayuda en favor del Hospital Sanatorio Español, junto con su paisano, el andaluz José Martínez Reina, propietario de la fábrica téxtil “La Aurora”, quien proporcionaba mantas para dicho hospital, del cual fue presidente, y ambos donaban el dinero para la compra de colchones y otras necesidades, para una y otra institución.
Sin duda que habría muchos más ejemplos para destacar. Sirvan como muestra nada más que los mencionados a modo de síntesis de esta exposición, aunque también por respeto a la discreción y reserva que la mayoría de los colaboradores, aún en el tiempo presente, pefieren mantener. Por tal motivo es justo mencionar la dignidad derivada de la solidaridad desinteresada de un elevado número de emigrantes españoles, de todas las regiones, anónimos, o los nombres de los cuales poco trascendieron, por solicitud expresa de ellos mismos, procurando prestar su colaboración de alguna forma, de acuerdo a sus posibilidades, con gran sacrificio muchas de las veces, antes en favor de los que quedaban en España, en los tiempos de necesidades notorias, con envíos de dinero, instalación de centros de estudio y de sanidad, y tiempo después en atención a los requerimientos de algunos de sus paisanos residentes en Uruguay.
Los primeros tiempos del Hogar Español de Ancianos fueron de un enorme sacrificio, pero nadie bajaba los brazos, todos los que podían colaboraban de una forma u otra. Consuelo, natural de Cartagena, empleada de la mueblería del asturiano José Caso Vigil, otro de los entusiastas colaboradores y fundador, atendía diversos quehaceres del Hogar en sus momentos libres. La esposa del catalán Domenech, directivo en los primeros tiempos, una monja retirada, se encargaba de la atención de la cocina. Todo el que podía concurría lo más posible a la casona presto a realizar cualquier tarea que fuese necesaria.
Las esposas de los integrantes del Consejo Directivo y de allegados colaboraron decididamente desde el comienzo, formando una Comisión de Damas, que siempre estuvo muy activa, actuando con gran eficacia, con logros importantes en la recaudación de fondos y otros detalles más trascendentes como el acercamiento permanente hacia los residentes a fin de brindarles palabras de afecto y momentos de compañía. El espíritu de ese equipo, que en determinado momento pasó a denominarse Comisión de Ayuda, se mantuvo inalterable siempre, hasta el momento actual en que su exitosa participación resulta imprescindible.
Pocos años después de la fundación, los integrantes del Consejo Directivo y sus colaboradores veían desbordada la capacidad de la casona de la esquina de Millán y Sayago. El estado de acinamiento se acercaba cada vez más, los ruídos derivados del tránsito vehicular y ferroviario, teniendo dos avenidas y la vía del tren a pocos metros de distancia, hacía que la residencia comenzase a ser poco confortable. La preocupación de todos iba en aumento. Sentían la necesidad de un cambio importante, a un lugar con mayor capacidad, pero les costaba mucho esfuerzo reunir los fondos necesarios para acometer ese nuevo desafío.
La comunicación y acercamiento entre el Hogar Español y las autoridades del Gobierno de España, en ambos sentidos, fue motivo de preocupación desde los primeros tiempos. Consideramos oportuno transcribir parte de una carta del 25 de junio de 1969, del Hogar Español, dirigida a:
“Don Fernando Magariños Torres – Instituto Español de Emigración – Madrid… Distinguido amigo: Hemos recibido sus atentos saludos desde Madrid, así como los del Ministro de Trabajo y del Director General del Instituto (…) Todavía vibrante en nuestro ambiente el eco de la palabra encendida de nuestro Ministro, queremos hacerle algunas puntualizaciones referente al Hogar Español, ya que los muchos problemas a que ustedes quisieran prestar atención durante la visita y la brevedad de la misma, nos impidieron abundar en este aspecto que consideramos de utilidad esté en conocimiento del Instituto Español de Emigración.
La vieja casona (…) oportunamente visitada por el Ministro de Trabajo y su comitiva, fue adquirida por el Hogar, hace tres años en unos $ 700.000, cuenta que en estos días estamos en trance de saldar. Conceptuamos su valor en estos momentos en unos tres millones de pesos (…) Al realizar esta adquisición esperábamos una decidida reacción de la colectividad que, hasta ese momento a cinco años de puesta en marcha la idea del Hogar, limitaba su generosidad económica por falta de algo tangible que pusiera de manifiesto la seriedad y eficiencia del trabajo realizado por un grupo. (…)
El señor Romeo Gorría, después de observar detenidamente el estado de la edificación, manifestó claramente la escasa utilidad que podía prestarnos ese local, animándonos a venderlo y adquirir un predio capaz de albergar un edificio más apropiado y que ofreciera posibilidades para cultivo y actividades de granja. Fueron sus palabras textuales: ‘Esto no sirve; vendan esto y compren esas hectáreas de que hablan; yo les mandaré un proyecto desde España para que edifiquen’.
Compartimos plenamente las palabras de nuestro Ministro. Sin duda que tan pronto nos sea posible habilitaremos este precario edificio para una veintena de ancianos; tal vez esto sirva para mover a los compatriotas pudientes de nuestro medio y con la colaboración ofrecida por el Gobierno Español, acometeremos esta obra que cada día se hace más necesaria por la escasez de viviendas, el subido costo de los alquileres y las magras jubilaciones asignadas a muchos de nuestros ancianos.
Con la seguridad de que nuestras inquietudes y problemas son siempre muy bien recibidas y atendidos por el Instituto Español de Emigración, le hemos ofrecido a usted esta impresión del Hogar Español, obra que deseamos sea el orgullo de España en el Uruguay.
Con este motivo nos valemos de la oportunidad para saludar a usted con nuestra consideración más distinguida.”
“Arturo Suárez Carbonell-Secretario Eugenio Álvarez Teijeira-Presidente”
Poco tiempo después, las autoridades del Hogar ya tenían en vista una mansión amplia situada en medio de un gran parque arbolado. La capacidad se multiplicaba por cuatro o cinco. La ubicación, en la Avenida de las Instrucciones, relativamente cerca de la casona que ocupaban, resultaba ser muy adecuada. Pero, los resultados de recaudación eran muy magros y para colmo de males, no encontraban el eco que necesitaban y esperaban de las representaciones diplomáticas españolas del momento.
Con la preocupación de acometer la nueva empresa, aunque con cierto desánimo, cambiaban ideas y deambulaban otra vez en busca de fondos importantes, cuando de pronto, dos años después del acontecimiento relacionado con el Ministerio de Trabajo, comentado anteriormente, el Hogar recibe una visita trascendente. Llega a la residencia de ancianos don Licinio de la Fuente, Ministro de Trabajo y Seguridad Social del Gobierno de España. De la avenida Millán y Sayago los directivos acompañaron al insigne visitante a la Avenida de las Instrucciones a fin de presentarle al señor Ministro la mansión y parque con la que soñaban. El Presidente del momento, don Eugenio Álvarez Teijeira, después de acompañar al ilustre visitante en una recorrida por las amplias instalaciones y el predio arbolado, ideales para la ubicación de la nueva residencia para los ancianos, planteó al representante del Estado Español la necesidad de obtener una ayuda de su gobierno, a fin de reunir los recursos faltantes para la adquisición y concretar así el sueño de todos. Entonces, el señor Ministro le preguntó a Álvarez Teijeira… “¿Cuánto es el dinero faltante que ustedes necesitan para efectuar esta adquisición?” Y a la respuesta del Presidente del Hogar, el representante español manifestó… “¡Desde ya puede contar usted con ese dinero en su bolsillo, señor Presidente!”