Los ángeles del «Finis Terrae»

Los Ángeles del Finis Terrae

Al encontarla de gran interés para su divulgación, copio esta nota de la página www. galiciaunica.com, del amigo Xerardo Rodríguez.

Así llamaban a ese lugar enigmático los antíguos peregrinos que se aventuraban en llegar hasta el verdadero final del Camino de Santiago, quemando allí su calzado, en una plataforma de hormigón que aún existe. No solo lo consideraban «el fin del camino de Santiago», muchos creían también que ese lugar impresionante merecía llevar el nombre que definiera las creencias de aquellos tiempos. Cabo de Finisterre… Cabo del Fin del Mundo… Cabo del Fin de la Tierra... Finis Terrae.

En mis viajes de regreso a la Tierra hago lo posible por visitar nuevamente «ese lugar», atractivo, algo misterioso. De hecho volví creo que más de diez veces y ojalá pueda repetir. Estar momentos allí invita a la meditación. La soledad del entorno imponente hace vibrar. La villa de Finisterre antes de llegar al cabo… «el último pueblo». Y muy cerca, la calma, la grandiosidad y hermosura de la Playa Langosteira. Estando en el cabo parece imposible que allí, muy cerca, pueda existir ese paraíso. Detrás del monte de gran altura que ampara el cabo existen varias aldeas, solitarias. Los caminos -solitarios- entre pinares, que continúan hacia el norte bordeando «la costa de la muerte»… ¡parecen tener magia! Si eres algo «soñador» y «dejas volar tu imaginación», cuando transites por esos caminos amenazados por helechos gigantes, dispuestos a invadirlos… ¡cuéntame «qué viste»!

Anuncian  en mi valle rayos y truenos seguidos de trombas de agua que caen del cielo; agua que inunda todos los Caminos de Santiago, agua que se convertirá en nieve un poco más allá de Silleda

    —- Eso no es lo peor…

—- Ya. Lo peor está en la mar, en mi mar próximo…

    “Nemo” quiere cruzar el Atlántico después de sembrar el desastre en Nueva York…

    —- Lo tenemos enfrente, ¿Sabes?

     Y ahí está luchando, viento contra sol, en encarnizada batalla climatológica con el anticiclón de las Azores…

    —- En la mar hay Fuerza 10…

    —- Vientos de hasta 190 kilómetros hora…

    —- Olas de 10 metros…

    —- Agua por abajo, salada; y agua dulce que viene de arriba…

    —- Ya se  mezclan a bordo…

    —- Zozobramos…

    —- ¡Estamos a punto a naufragar!

    —- ¡Todos a las balsas!

    —- ¡Cuidado con el GPS!

    Siempre hay un barco que sale a pescar al litoral cuando no debe, llevando a bordo a esos hombres de piel de salitre que viven enraizados en las olas. Son duros como las gigantescas estatuas que esculpen Atlántico y Cantábrico,  en esta costa que siempre se ve cerca cuando aún está lejos.

     Ellos son los protagonistas especiales del temporal al que nunca temen, porque su vida está en las selvas sumergidas, en los almacenes de peces y mariscos de las profundidades de los dos mares y  sus quince ensenadas…

     Y en el momento más difícil, llegan ellos. Les llaman “Los Ángeles del Finis Terrae” porque con su esfuerzo y riesgo son muchas las vidas que salvaron en casi un cuarto de siglo de existencia. Fueron los pioneros del Salvamento Marítimo en España y hoy por hoy son los profesionales más reconocidos de Europa.

     Sus cifras, así lo indican: casi mil quinientas vidas salvadas, lo que supone una media aproximada de seis personas mes…

         La evolución del modus operandi así como de los medios de los que dispone ha sido constante desde su fundación, cuando se le consideró pionero en España… En la actualidad, el Servizo Galego de Guardacostas es muy apreciado profesionalmente por las gentes de mar.

        Contar con dos helicópteros “Sikorsky S76” o los buques “García Nodal” y “Sebastián de Ocampo”, permiten lograr una operatividad completa, de respuesta inmediata, las 24 horas y los 365 días del año.

        Los ejemplos de sus arriesgadas actuaciones van más allá de los hechos de mayor relevancia mediática, como el caso Prestige, y se centran en el día a día, en el que se ayuda y se salvan las vidas de numerosos navegantes anónimos.

         Javier Ponce, el comandante del Pesca 1, que lleva volando 20 años en este servicio, es el piloto más veterano y fue el protagonista de muchas de las historias que se cuentan en los puertos gallegos.     

         Guardacostas de Galicia se estructura en sus servicios centrales y en nueve unidades operativas, en los que trabajan casi 200 personas.

         Para llevar a cabo sus misiones cuenta, como te decía, con dos helicópteros, el “Pesca 1” con base en el puerto de Celeiro y el “Pesca 2” con base en el aeropuerto de Vigo.

         Asimismo dispone de cuatro embarcaciones especializadas que poseen las mejores infraestructuras para salvamento;  Los buques “Sebastián de Ocampo”, “Irmáns García Nodal” y el polivalente “Ría de Vigo”, además de la IP 700 “Paio Gómez Chariño”.

         Estas infraestructuras se ven reforzadas nada menos que con 24 embarcaciones menores, que tienen su base en diferentes unidades operativas y con 68 vehículos terrestres

         Todo este dispositivo de seguridad en la mar tiene un coste de 16 millones de euros, de los que la partida mayor corresponde a la flota aérea, que se lleva casi la mitad del presupuesto y en menor medida a las cuatro grandes embarcaciones.

        Pero… ¿Sabes? Cuando se nos acerca un “Nemo” todo es poco en esta costa para contener la furia del océano o del mar, que envía al velero de los sueños contra la roca del acantilado… 

Los cien años del relojero

El Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho - Coro del Centro CoruñésEl Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho - Coro del Centro Coruñés

El Tala, 1959. En la Casa del Viejo Pancho – Coro del Centro Coruñés. Tiempos muy felices, si los hubo…  El primero por la izquierda es el relojero, a su lado su hijo (un servidor), el segundo que sigue es mi amigo Ricardo, a su lado Julito, el penúltimo por la derecha de la foto, Joaquín Rosende. Entre las damas, al medio, Carmiña (Mucha, mi querida hermana), que viviría tan solo seis años más. El homenaje de esta nota es en recuerdo de Carmiña que tendría hoy setenta y seis años, y para el relojero, mi padre, en el día que precisamente cumpliría cien años de edad.

Varios de mis relatos se inspiran en las vivencias de mi época infantil, de grandes carencias pero muy feliz, en Compostela, en compañía de mi padre. Sus cuentos, las fantasías, las historias, en su mayoría ‘inventos’… contribuyeron definitivamente en la inspiración de cuatro de los cinco relatos de «El bosque de la Condesa»,  «La carta de Amelia», «El niño ciego», «Dos cofres de plata», «El bastón de don Nicanor», así como en otros relatos y una novela, aún no publicados. En «El vendedor de libros» aparece el personaje queriendo influir en las decisiones del tímido aspirante a vendedor, frágil como una pluma, a sus ojos, por eso trataba de desmoralizarlo para que no se aventurara en ese mundo incierto de la venta de libros, por temor a que abandonara un empleo seguro, máxime con los fracasos recientes a cuestas con la venta de zapatos que a punto estuvieron de liquidar los ahorros, aunque pocos pero casi todos, acumulados a costa de algún tiempo y mucho sacrificio. Entonces, la expresión espontánea del relojero, para «salvar» a su hijo de «otro fracaso seguro», no demoró en salir: «Y tú… ¿a quién te crees que le podrás vender un libro?» No sabiendo él que fallaba en la estrategia de protección, ya que esa expresión era el acicate que le faltaba para lanzarse a la aventura de incursionar en un mundo incierto,  aún desconocido en gran parte.

Otro día hablaremos también del fallo en la estrategia del tío Alfonso, el zapatero, que creía que el tímido aspitante a vendedor seguía «sus agresivas instrucciones» para lograr el éxito en la venta de sus novedosos mocasines de gamuza.

Como recuerdo y homenaje trancribo a continuación unos párrafor de «El vendedor de libros»: «… Después de que se jubiló, venía casi todos los días y conversábamos de tiempos pasados, de los buenos y de los otros, pero más de los buenos. Era una buena terapia. Esas pláticas se convirtieron en una rutina que se mantuvo hasta el último día que el relojero nos acompañó en este mundo, catorce años después, un día antes de la noche de San Juan, al comienzo del nuevo milenio. Le gustaba tomar una copita de licor de durazno o de higo que yo mismo preparaba, o un vasito de vino. Si nos acompañaba a la casita de descanso de Piriápolis, se aburría pronto porque extrañaba la partida de dominó con los amigos, pero disfrutaba mucho el choricito a la parrilla, con pan y vino. Hacía sus palabras cruzadas o jugaba al solitario y no molestaba a nadie.»

«La última vez que conversamos era una tarde de invierno pero el frío aún no se hacía notar, mientras yo revisaba papeles en forma rutinaia, el habló por más de tres horas. Lo máximo que se quedaba siempre era una hora pues no quería perderse su partida de dominó, pero esa vez habló como no lo había hecho antes, recordando acontecimientos familiares. Le ofrecí un vasito de vino, como siempre, pero esa vez me pidió que fuera grande el vaso, pues ‘hacía mucho tiempo que no saboreaba un buen vaso de vino’. Le ofrecí música y me pidió que le pusiera música mexicana, que era lo que le gustaba cantar últimamente cuando concurría a las reuniones de mis amigos. Si bien antes lo controlaba algo ya le había dicho hacía tiempo que a la edad que tenía debía disfrutar y hacer lo que fuera de su gusto. Ciertamente, no hacía falta que yo le dijera eso, pues él siempre hacía lo que quería.

Después que quedó viudo, pasó unos cuantos años en Mallorca (…) viniendo alternadamente a Montevideo, varias veces. Luego pasó un tiempo en Compostela (…) y los últimos quince años los pasó con nosotros. Sufrió las penas que sufre cualquier mortal, a veces muy duras. Solía decirme… ‘a nosotros sí que nos tocaron bravas…’, pero esos últimos años fueron muy buenos para él. El relojero tuvo mucho mejor suerte que doña Carmen.

El vino se fue consumiendo poco a poco. No quiso otro. Se despidió y se fue retirando muy lentamente como de costumbre, pero esta vez más lentamente, como si le costara irse, saludando a todos… uno por uno… como si se estuviera despidiendo de verdad.

Tenía ochenta y ocho años y se vanagloriaba de que los médicos no le encontraban nada, no le recetaban ninguna pastilla. Utilizaba lentes solo para leer. Nunca se quejaba de nada, salvo alguna indigestión pasajera y la úlcera varicosa que lo acompañó desde el tiempo de la guerra civil, por una herida que él mismo se provocó entonces, para evitar que lo enviaran al frente, no lo aquejaba nada. Cuando yo le comentaba que tenía jaqueca, me decía… ‘yo no sé lo que es eso, nunca tuve un dolor de cabeza’. ¡Llegué a pensar que viviría cien años!… ‘cuando tengas cien años volveremos a hablar de eso, mientras tanto disfruta’… Se enojaba cuando le decía… ‘pareces Johnnie Walker’… ‘¿por qué me pones ese mote inglés?’… ‘porque parece como si hubieras nacido en 1874… ¡y sigues tan campante!»

Tal vez el Supremo consideró que ya estaba bien… y esa misma noche trastabilló y se golpeó la cabeza contra el suelo. Serían las ocho de la noche, yo estaba trabajando aún en la librería, muy cerca del lugar del hecho, a tan solo cuatro calles y no me enteré de nada. A los de la ambulancia les decía que él no tenía nada, pero igualmente lo llevaron  al Sanatorio de Casa de Galicia de la Avenida Millán y lo dejaron en observación. No quiso que me avisaran… ‘¡porque yo no tengo nada!’ Cuando lo fueron a ver nuevamente, había pasado de un sueño a otro sueño… al eterno, en forma silenciosa, tal cual era su manera de ser. Si él hubiera podido elegir la forma, seguramente habría elegido esa misma.

El día después, en el velatorio, un amigo, Anibal, me contó que justamente el día anterior se había encontrado con él antes de que viniese a la librería y se habían tomado un vasito de vino en el bar que queda cerca de alí.

Después de esa conversacón con Aníbal, me acerqué al cuerpo sin vida material, a ‘conversar con él, con su espíritu’ y silenciosamente le murmuré… ‘también esta última me la ganaste… ¿eh, abuelo?’… ‘y ahora, ¿qué quieres que cantemos juntos… a rianxeira?’… Eran las dos de la mañana, los acompañantes estaban unos dormitando otros tomando café, en otra sala contígua, pensé que sería lo único que podía ofrecerle para que ‘se llevara’ como recuerdo, después de pensarlo por un momento, por fin hice un esfuerzo y, casi como susurrando… ¡la cantamos toda!»

Marisol Soneira en «O Curruncho Galego»

"O Curruncho Galego" - Librería Losa - Montevideo

Marisol Soneira, junio 2009 - Librería Couceiro, Compostela - Presentación de "Catro historias de emigrantes"

Poco más de un año después de su promesa, unas horas antes del 31º aniversario de la Librería Losa,  «O Curruncho Galego» se vio honrado con la visita de la parlamentaria gallega de Camariñas, Marisol Soneira. Conocida es su ocupación y preocupación por los asuntos relacionados con la emigración gallega actualmente y desde hace muchos años. Más de una vez nos transmitió su expresión de ánimo y aporte de ideas para iniciar y continuar proyectos relacionados con la difusión de nuestra cultura. En esta oportunidad no faltaron esas expresiones, sus ideas, que intentamos recepcionar con la mayor atención.

«Es muy importante que las obras de los emigrantes sean conocidas sobre todo en Galicia… hay tanto por descubrir y divulgar»… fueron estas palabras parte de Sigue leyendo

Ana Miranda na Libraría do «Curruncho Galego»

La Librería del "Curruncho"Case dous anos e medio antes estabamos con Ana Miranda no  mesmo lugar, planificando a presentación dos meus libros no marco da Feira do Libro de Montevideo. Ese ano o Patronato da Cultura Galega tiña un stand de libros en idioma galego na Feira… e despois?… Esa era a inquedanza de Ana… «Sería posible ter un recuncho de libros en Montevideo?»… Se os libros estaban só para exposición, non sería axeitado… Entón, una utopía?

O ano seguinte nunha reunión na FIL de Guadalajara, Víctor Freixanes fainos a mesma pregunta, pero ao mesmo tempo con resposta executiva de solución… «Editorial Galaxia manda os libros en consignación -en depósito- e vós instalades un recuncho de libros en idioma galego.»

Solamente con la colaboración de una Editorial que se hiciera cargo del depósito de los libros en consignación, sería posible un emprendimiento de ese tipo. Enseguida, tanto Freixanes como nosotros preparamos una selección variada, literatura infantil, juvenil, narrativa, clásicos, biografías, historia, diccionarios… Y así fue que seis meses después estaba instalado en Montevideo «O Curruncho Galego», un rincón de libros en idioma gallego en Montevideo, para orgullo de todos los amantes, defensores e impulsores de la lengua gallega y en honor a los que en tiempo pasado bregaron, con decisión y actitud, por el mantenimiento y la difusión de la cultura gallega, tanto desde la diáspora como desde la propia Galicia.

«O Curruncho Galego»

Vamos a decir que no se trata de un olvido, no, muy pronto seguiré comentando acerca de la «transmisión de valores», según anunciaba en la última «entrada» del lunes 1 de marzo. Ahora solamente damos paso a una visita muy importante para hacer un breve comentario ya que tuvimos el honor de recibir a la señora Ana Miranda en nuestro «Curruncho Galego» de Montevideo, el sábado 28 de febrero.

Ana Miranda es vicepresidenta de la la Asociación Libre Europa, ALE, y portavoz del BNG en el Parlamento Europeo, Bruxelas, relacionada con el mundo de la emigración desde siempre. A su paso -muy breve- por Montevideo, tuvo la gentileza de visitar «nuestro» rincón de libros en idioma gallego. Cuando digo nuestro me refiero a todos nosotros, nuestra colectividad, nativos, descendientes, amigos…  Ana Miranda fue la gestora de la idea, una idea de algo que quedó «archivado en la memoria» con la etiqueta de «utopía», hasta que un año después del nacimiento de esa idea nos encontramos con Víctor F. Freixanes en la FIL -Feria del Libro- de Guadalajara… y la «utopía» sufrió una transformación… Otro de «los milagros del año 2008″…

Enseguida del comentario pendiente sobre «transmisión de valores», contaré «la historia de la utopía».