26 de Mayo – Día Nacional del Libro (Uruguay)

 

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Y a pesar de todo… ¡algunos «locos» continúan escribiendo libros y otros «cómplices más locos» tienen la osadía de publicarlos!

Un 26 de mayo de 1969, «día del libro», vendía mi primer libro, a un amigo que nunca lo supo hasta que lo leyó en «El vendedor de libros» muchos años después. No imaginaba entonces que yo pudiera llegar a ser uno de esos «locos». Más bien «loco doble» porque también los publicaba.

En un sentido homenaje al «Día del libro» vamos a hacer un breve comentario sobre anécdotas, curiosidades, en fin…  «algunas cosas» relacionadas, ya que existen en este blog notas de los años 2010, 11, 12 y 13, mes de mayo, que se refieren al origen e historia y como ya dije: «por aquello de no repetir…»

Según la «sentencia» de la entrada anterior… «Todo lo que escribas será usado en tu contra»… En vez de «será», más bien diría «podrá ser». Pero, claro, aquella se refería a los tiempos tumultuosos de la época del Santo Oficio de la Inquisición. Ahora es «algo distinto», dije «algo». Pero también se debe andar con mucho cuidado cuando se expresa algún pensamiento, idea, comentario, o lo que sea… por escrito, o se publica un libro, porque «la Inquisición»… ¿existe ahora? Por cierto que no, pero a veces parece como si siguiera existiendo. 

Cuando terminé de escribir «Relato de un emigrante…», me dije «¡nunca más!» Resulta demasiado emotivo «desnudar el alma» al escribir historias acerca de la sensación de desarraigo que produce el hecho de emigrar, sin siquiera pregunarle a uno… «¿qué te parece?» Sí, fue muy difícil terminar de escribir esas «historias», muchas veces tuve que parar, abandonar la escritura por varios días y evaluar seriamente si valía la pena continuar con esa especie de martirio, volviendo a los recuerdos, cada vez más profundos, casi olvidados. Sí, olvidar era lo que la mente ordenaba, el olvido era la protección necesaria para no volver a sufrir con ciertos recuerdos. Entonces el raciocinio me decía «¡no sigas!» Pero hubo dos factores fundamentales que «me empujaron» a seguir -hablaremos de eso más adelante, en cualquier otra entrada-. «Debes continuar con esas historias». Parecía un mandato, me despertaba muy temprano en la mañana, me ponía a escribir y los recuerdos fluían como agua de un manantial. El nudo en la garganta aparecía de vez en cuando, pero lo ignoraba, o eso trataba de hacer, porque… «debes continuar…» La voz interior era la que ordenaba. Pasado el trance, después venía la calma.

«El vendedor de libros» me hizo faltar a la promesa, bien pronto. Un cliente, amigo, profesor universitario, «me conminó» a escribir sobre ese tema. «¿Otra vez a los recuerdos?» Si bien éstos eran de otra época, también la emotividad «anduvo a caballo» todo el tiempo. Alivió la situación ciertas anécdotas cargadas de humor. Como bien digo a veces: «Este libro es para reflexionar acerca del afán de una independencia laboral. Tropezar cuarenta veces con la misma piedra. Caer y volverse a levantar. A veces hasta ronda por allí la ingenuidad y dan ganas de reir, otras veces… todo lo contrario.

¿Y con «Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante»? Eso sí que fue faltar rotundamente a la promesa, pero había una disculpa… ¡fue un caso de fuerza mayor! Ciertamente no pensaba escribir sobre el tema absolutamente nada más que tuviese relación con experiencias propias. Pero ocurrió. Sí, después de tanto deambular en mis continuados regresos al pueblo que había abandonado en busca de afectos, amigos de la infancia, de mi barrio, de la Escuela de los Hermanos… ¡Vaya! Como se titula uno de los capítulos… «¿Casualidad… Causalidad? El caso es que cincuenta y cinco años después, a raiz de un hecho fotuito relatado en este libro, me encuentro con algunos de los que andaba buscando y muchos más que ya ni recordaba, ni algunos de ellos a mí.

Entonces, en la reunión de camaradería que hacen todos los años, a la cual tuve la inmensa fortuna de asistir en el 2008, Oscar Canitrot, «el amigo del milagro», dice unas palabras muy emotivas relacionadas con el reencuentro. Y arranca con… «esta xuntanza es en honor a ti, al que regresa a su casa después de tanto tiempo…» Seguidamente me piden que yo diga algo. Y otra vez, como cuando estaba escribiendo el primer libro, el nudo en la garganta no me permitió expresión alguna y salvé la situación con una promesa… ¡la de escribir ‘algo’! No sabía entonces en el berenjenal que me metía porque algunos de mis compañeros, amigos, uno en especial, me hizo recordar «cosas» que yo tenía archivadas muy en el fondo de la memoria, era como si ya no las recordara, pero Pepe Aguiar las sacó a flote de manera magistral.

Hay allí pensamientos muy profundos que en el momento de escribir «Relato de un emigrante…» no imaginaba que habría de recuperar tiempo después. Y fue difícil, más que el otro, pero una promesa es para cumplirla. Para suavizar las emociones recurrí a contar historias de otros, amigos de aquí, «de este otro lado del mar», respecto a sus experiencias como emigrantes y lo que sentían al volver a su tierra después de mucho tiempo, el encanto y los desencantos. Sí, se cuenta de todo, «verdes y maduras». Pero, sentimos un alivio cuando de pronto nos encontraremos con el último de los capítulos de «Desde el otro lado del mar. Los regresos del emigrante», que lleva por título… «Soñar».

 

La Puerta de Alcalá y una situación insólita

Durante varios meses de este año fui invitado a una audición radial para hablar acerca de variados temas generales con anécdotas sobre mis libros como eje principal. Casi todos los jueves por la tarde estuve allí, sin falta, salvo alguna ocasión en la que estaba fuera de la ciudad e igual concretábamos una comunicación telefónica que salía directamente al aire. Todo estuvo muy bien siempre, las anécdotas y comentarios que salían al aire gustaban, al parecer, pues se recibían mensajes de texto alentadores y alguna que otra llamada telefónica, mencionando que les agradaba lo que estaban escuchando. La directora del programa me animó siempre, y me sigue animando pues aún estuve el viernes pasado después de un mes de ausencia.

La verdad es que se trata de una labor muy reconfortante sobre todo cuando se suceden respuestas de la audiencia que demuestran interés. Entonces uno piensa, «bueno, al menos no es tiempo perdido, a alguien le agradan estas historias que se comentan». Por otra parte, aunque en principio se presenta como algo difícil de superar, no lo resulta tanto debido principalmente al entusiasmo que va en crecimiento, pero especialmente a la profesionalidad de la directora del programa que acierta y tiene soltura para formular las preguntas, entonces para el que tiene que responder, «todo va viento en popa». Podríamos decir que la responsabilidad recae en otra persona, o sea quien conduce el programa.

Pero, no por ser verano el tiempo deberá estar bueno, una tormenta se puede presentar en cualquier momento. Una de las últimas veces que concurría a esa audición, a finales del mes de julio, llego a la emisora de radio y veo que la audición estaba funcionando desde hacía varios minutos, pero en la mesa solo estaban los micrófonos, no había absolutamente nadie más. El experiente operador, sin inmutarse lo más mínimo, mantenía la marcha del programa con música, propaganda y algunas entradas de la directora, todo grabado. Yo me quedé parado en la puerta, algo sorprendido, sin saber qué hacer, hasta que el operador me invita a pasar a la mesa… ¡vacía! Solo los micrófonos y yo.

El operador se fue a atender lo suyo. De vez en cuando me miraba a través del cristal y me hacía unas señas que por poco me hacen entrar en pánico. No, no creo que entrara en pánico, ni siquiera estaba nervioso, solo que, de acuerdo a las señas entendía que debería empezar a hablar en cuanto terminara la música. Algo habrá visto en mi semblante porque lo que hizo el operador fue «alargar la música» y rápidamente se acercó a la mesa para darme la explicación que yo esperaba.

«Ah… a la directora le cambiaron el horario en la otra audicón, ya viene en camino, llega en diez minutos.» Quién sabe que cara puse porque cuando se retiraba a su puesto, vuelve para decirme… «En cuanto termine la música, te doy la señal y… ¡tú comienzas!» No esperó a que le preguntase «¿Cómo?» Se fue raudo, sonreía desde el otro lado del cristal, como si todo estuviese normal y se balanceaba al compás de lo que se escuchaba. De vez en cuando hacía una seña que indicaba, según creí, «atención, ya te toca…»

«La Puerta de Alcalá… y ahí está… la Puerta de Alcalá… viendo pasar el tiempoooo. Y ahí está, viendo pasar el tiempoooo…»

Y afortunadamente ahí estaba «La Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempoooo…»

Mientras escuchaba, pensaba en qué diría al encontrarme solo ante el micrófono con qien sabe cuanta gente del otro lado esperando escuchar algo coherente. Y sí, pensaba que diría algo así como… «Bueno, me llamo fulano y estoy aquí, solo, porque la directora aún no pudo llegar y bla… bla… bla…» «¡No!… ¡no!… ¡no! A nadie le interesa que la directora no esté y que tú te llames fulano y que estés solo. A nadie le interesa eso. ¡Inventa otra cosa, algo coherente, simple y si puede ser, que sea emotivo… ¿Entendiste?!» «¡Sí, si!», le respondí a la voz enérgica que escuchaba desde mi interior y me ponía en alerta.

¡Qué suerte! Esa música era mágica. Estaba embelesado escuchándola, cuando de pronto ¡zas! Termina el disco y el operador me hace unas señas aparatosas, siempre con una sonrisa que pretendía transmitir calma, supongo. «Bien, llegó el momento. ¡Al agua ya!» Otra vez la voz interior… Mientras yo pensaba… «Solo frente al Mundo y no sé que hacer.» Y de pronto me sorprendí yo mismo, con una voz calmada que no se acordó de las «buenas tardes», ni de ninguna explicación, en absoluto y fue directo al grano.

«Sí, allí está la Puerta de Alcalá… viendo pasar el tiempo. Sí, allí está, la Puerta de Alcalá…» «Los libros también están allí y aquí y en todas partes, los libros también están viendo pasar el tiempo y al mismo tiempo están viendo las historias que pasan a través de él… Y después, los libros nos cuentan esas historias que ven pasar a través del tiempo…»

Seguidamente, todo sucedió en escasos segundos, al mismo tiempo, el operador cortaba la transmisión, ponía otra vez la misma música, sonreía de oreja a oreja y apuntaba con los pulgares hacia arriba y… la directora del programa transponía la puerta del estudio y me miraba con los ojos grandes como el dos de oros y una amplia sonrisa en su semblante. ¡Ufff!… ¡Qué alivio!

El Presidente José Mujica visita Santiago de Compostela

«Onda Cero-Compostela en la Onda» – VISITA DEL PRESIDENTE DE URUGUAY A SANTIAGO— MANUEL LOSA, COMPOSTELANO EN MONTEVIDEO Y AUTOR DEL LIBRO «RELATO DE UN EMIGRANTE, QUE HA LEIDO EL PRESIDENTE MUJICA Sigue leyendo

El altruismo del sabio ermitaño – «El bosque de la Condesa… Dos cofres de plata»

El bosque de La Condesa - Compostela

El bosque de la Condesa – Compostela

La vía de tránsito que se divisa en la foto antes era una «corredoira», un sendero que une Vidán, al Sur, con el barrio de San Lorenzo, al costado del Campus Universitario. Al fondo se divisa el Monte Pedroso, a la derecha, algo de lo que queda de «El bosque de la Condesa». Bajo ese título, uno de los cinco relatos, «Dos cofres de plata», es el que describe una historia del Convento de Menores que existió allí cinco siglos antes. Pero lo más importante de ese relato es la propia historia de don Sebastián, el viejo ermitaño, médico de profesión, sabio por naturaleza y merced a su desarrollo espiritual promovido por su filantropía.

El otro protagonista de la historia, un adolescente de trece años que frecuentemente va de paseo por ese bosque al borde de Compostela con su padre, a veces, cuando lo observa atentamente, nota un halo alrededor de la figura del ermitaño. Éste siempre adivinaba lo que pensaba el joven, además de desarrollar otros poderes, sobre todo en lo relativo a la curación física y ambos hablan a veces acerca del tema, no encontrando explicación científica el sabio, quien debido a una desgracia familiar optó por el aislamiento total en una cabaña (palloza) del bosque. Después de pasar un tiempo en aislamiento total, al fin, un día de gran tormenta accede a los ruegos de una madre, se traslada con ella a una aldea próxima y allí le salva la vida al niño de nueve años, moribundo.

Natural de Navarra, único heredero de familia noble, huérfano desde muy joven,  se enamora de Compostela en tiempos de estudiante y forma allí su famila. Después del fatal desenlace decide trasladarse a su lugar de origen, pero solo para distribuir allí toda su cuantiosa riqueza. Solo se queda con un cofre de plata que contiene documentos familiares y de otro tipo. Otro cofre similar, con documentos históricos, «lo encuentra y desentierra» el ermitaño en un lugar próximo a su cabaña, luego de la indicación de un «monje aparecido» que vivió en ese mismo lugar cinco siglos antes.

Esos documentos y la conversación del monje aparecido, revelan la «historia», basada únicamente en una leyenda, del Convento de Menores existente en ese lugar en tiempos del Santo Oficio de la Inquisición. El autor se decide por uno de los dos caminos posibles en cuanto a la definición del «monje aparecido» y la historia del Convento de Menores cerrando el relato con un final abierto.

Lo más importante de este cuento, además de la intriga y el entretenimiento y dar a conocer una «historia» escasamente divulgada, es la trasmisión de valores en base al aultruismo del sabio ermitaño y en consecuencia, como ya se explicó, la adquisición de ciertos poderes especiales, que en una conversación con su amigo adolescente, trata de buscarle explicación.

La filantropía rodea este relato titulado «Dos cofres de plata». Precisamente el tema de esta nota es acorde con el tratado en la «entrada» anterior del 30 de diciembre pasado.

Premio Colegio Cervantes de Montevideo

Mi agradecimiento al Colegio Español Cervantes en la persona de su director Carlos Cambón, recibido el 14 de diciembre de 2012, durante el transcurso de la «fiesta de fin de cursos» realizada en el Club 25 de Agosto. Una satisfacción recibir tal distinción, también el compromiso para la comunicación con alumnos de este colegio, mediante charlas coloquiales, a fin de contribuir a la «animación a la lectura», actividad que tan buenos resultados generó ya en otras aulas.

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«Desde el otro lado del mar» en la Nueva Galicia

«Desde el otro lado del mar… Los regresos del emigrante» no estaba para nada en mis cálculos. Con «Relato de un emigrante… desde Santiago de Compostela a Montevideo» y enseguida «El vendedor de libros», cuyas primeras ediciones fueron publicadas en el año 2007, en castellano y gallego, ya era más que suficiente. Así pensaba y daba por concluida la expresión en forma de libro, orientada al tema emigración, en lo personal. Pero, claro, a veces ocurren hechos imprevistos, de pronto tan importantes que tienen la fuerza hasta de promover un cambio en el rumbo de nuestro pensamiento y decisión.

Esos hechos trascendentes ocurrieron nada menos que cincuenta y cinco años después de haber abandonado «mi paraíso», es así como defino yo a «mi lugar». Jamás se me podría pasar por la mente que once lustros después de dejar el colegio que tanto me marcó, la Escuela de los Hermanos, conocida también como «la universidad de los pobres», me encontraría frente a frente con el primer maestro, el Hermano Federico y nada menos que ¡en el patio de la escuela! Sí, el impacto fue de proporción elevada, además, no era solo con nuestro exigente y apreciado maestro que me encontraba así de golpe ese plácido día de primavera del mes de San Juan en el que las emociones se iban multiplicando como petardos de fuegos artificiales, a medida que iba saludando a uno y a otro de mis compañeros… los «niños» de aquel tiempo.

Lejos, muy lejos, estaban aquel tiempo y lugar. Es un misterio el tiempo, de pronto se nos aparece otra vez, en el mismo lugar, pero con otra vestimenta… Hay bastante «de eso» en este libro. El joven maestro, largirucho, paciente, siempre atento con su mirada de vigilante, apenas siete años mayor que algunos de nosotros… ¡no podía con aquellos setenta y dos ingobernables!, según nos contaba en aquella fraternal reunión pasado más de medio siglo. En aquel tiempo le habíamos puesto un mote y yo tuve la osadía de revelarlo en «Relato de un emigrante» y «la casualidad» quiso que el mestro leyera ese libro, por lo tanto, mientras su mirada de siempre, un palmo más elevada, me enfocaba, la pregunta de rigor acerca de aquel alcume. ¡Vaya!… ¡Qué situación!… Pero no, la sonrisa benévola ya lo había borrado todo. ¡Menos mal!

Queda pendiente de comentario el también imprevisto y más importante de los reencuentros, el que hizo rememorar situaciones «archivadas tan en el fondo» que parecían no pertenecer más a la memoria, pero ocurrió lo inesperado y las expresiones que fui escuchando reactivaron esos archivos de memoria. Entonces pensé enseguida…» ¡Qué sinfonía inconclusa con mi primer escrito! ¿Y ahora, qué hago?» La duda desapareció cuando en la reunión de camaradería, aquella misma tarde en «Los Robles», durante los cafés, Óscar Canitrot, el amigo motor que generó esos múltiples reencuentros, leyó un pequeño pero muy emotivo discurso, relacionado con el tema. El problema se presentó cuando solicitó mi respuesta. La emotividad del momento no me permitió una expresión fluida, solo unas breves palabras y la promesa de escribir algo sobre este asunto.

Y así, al regreso a mi otro lugar, comenzó a gestarse este escrito y fue tal la removida de la memoria que terminó convirtiéndose en un libro. Dos años después un editor catalán radicado en Compostela, atrapado con la historia, lo tenía en su despacho esperando encontrar el título adecuado, porque el que yo le había puesto tenía cierta similitud con el de un premio literario de prestigio que saldría después. Pero, ya era tarde, ese título no podría ser. Yo sugerí más de medio centenar, ninguno me conformaba. Mientras, cuando me reunía con mis ex compañeros en primavera, les decía… «el libro va a salir» y al mismo tiempo yo mismo me preguntaba… «¿Cuándo?»

En el medio apareció la temida «crisis», por lo tanto liberación de compromiso con el editor y un día del mes de marzo, antes del amanecer, el primer pensamiento fue la «aparición de un título» que me atrapó. Esa misma mañana corrí a la impresora y a partir de ese momento «los hice correr» a ellos también… «Este libro tiene que llegar a las manos de mis amigos antes de que finalice el mes de la Virgen». Y llegó, yo no pude estar en la que sería mi quinta reunión con todos mis compañeros y el maestro, pero «Desde el otro lado del mar» sí, llegó a tiempo a «mi paraíso». «Misión, mejor dicho, promesa cumplida». Y este próximo domingo tendremos el privilegio de participar de su primera presentación en la FIL de Guadalajara… la «Nueva Galicia»,  Jalisco.

Pedrafita do Cebreiro – «Desde el otro lado del mar»… Los regresos del emigrante

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¡Qué irreverencia!… Escribir acerca de una persona, Juan Tojo, el chofer del autobús de la excursión, sin conocerlo ni haberlo visto nunca. Pues sí… El caso fue que el testimonio que me proporcionó mi amiga Chiquita González cuando se enteró acerca de mi nuevo trabajo escrito, me impactó. Luego brindaron su testimonio Charito Vilas,  Robert Rosella, con más anécdotas sobre aquel viaje de integrantes del Patronato da Cultura Galega, del año 2008. Entonces no lo pensé más y decidí incluir «esa historia» en el libro que iba a tener otro título y que «se resistió todo el tiempo que pudo» en salir a la luz. El título del capítulo al que nos referimos, casi al final del libro, es… Sigue leyendo

El desconocido, protagonista de un capítulo de «Desde el otro lado del mar»

Estoume a repoñer aínda da sorpresa (agradable) e transcribo agora a carta recibida dun protagonista dun dos capítulos do libro «Desde el otro lado del mar». Por razóns de espazo, máis explicación, comentario e talvez parte «da historia» ande ir na seguinte «entrada».

Me estoy reponiendo aún de la sorpresa (agradable) y transcribo ahora la carta recibida de un protagonista de uno de los capítulos del libro «Desde el otro lado del mar». Por razones de espacio, más explicación, comentario y tal vez parte de «la historia» irán en la siguiente «entrada».

La traducción de esta carta, del gallego al castellano, va al final de la nota. Sigue leyendo

«Desde el otro lado del mar»… el libro que se resistía a ver la luz

Mi amigo de Montevideo, Hebert Machado, a la puerta de la tasca O 42 en la Rúa del Franco. Estaba él en el lugar y momento que yo debería estar también. La ventana del primer piso que daba a esa calle, era la única comunicación con el exterior que teníamos en nuestra última morada de una habitación y media de la Rúa del Villar, antes de dejar «el paraíso» partir y para siempre hacia el Sur de lo desconocido.

Continuando con el comentario de la nota anterior, «Santiago de Compostela…», diré que Armando, mi amigo catalán-gallego publicaba en su Editorial Davinci, el libro de cinco relatos «Dous cofres de prata», en idioma gallego («El bosque de la condesa» para la edición uruguaya en castellano). En junio de 2010, con gran ilusión se presentaba ese libro en la capilla del Hospital Real, Hospital de Peregrinos (Hostal de los Reyes Católicos). Fue muy emocionante, entre otras cosas porque asistieron una gran cantidad de amigos gallegos-uruguayos que andaban de paseo por Galicia, además de otros entrañables amigos gallegos, la presentadora del Programa Alalá -que como presentadora del libro, junto con Canitrot, estuvo genial- y también el director y dos hermanos de la Escuela de la Inmaculada, además de algunos compañeros de aquella época pasada, de más de once lustros. Existen notas en este blog que comentan ese hecho tan emotivo, por lo que no abundaré en detalles ahora. Sigue leyendo