¡Me voy a hacer rico!… ¡Me voy a hacer la América!

Centro Gallego de Montevideo

De la Introducción de «Cuatro historias de emigrantes».

«… Otra de las características del gallego emigrante era la independencia, el afán de progreso. A veces sacrificaba una buena remuneración de un empleo fijo y lo cambiaba por su autonomía, su libertad para trabajar sin patrón. Muchos traían consigo las herramientas de trabajo inherentes a su oficio o profesión. Se daba el caso singular de que muchos afiladores de Ourense trajeron la típica rueda con pedal y piedra de afilar y recorrían las calles de su ciudad ofreciendo su trabajo. Pero lo más sorprendente era que ese trajinar duraba años, a veces décadas. Muchos terminaron su trayectoria laboral desempeñando siempre el mismo oficio de afiladores. ¿Quién no vio alguna vez, en cualquier ciudad de América, a un afilador gallego con su herramienta por las calles, soplando el asubío, para anunciar su presencia? Hasta hace unos diez años se podían ver unos cuantos de esos trabajadores, mayores ya, transitando por las calles de los barrios de Sayago, Colón, La Unión, Paso del Molino o El Prado, de la ciudad de Montevideo. Por calles del barrio Buceo de dicha ciudad, aún se ve a uno de ellos actualmente, en forma esporádica, transitando con su rueda, soplando el asubío… ofreciendo su trabajo… ¿Será el último?

Siempre resulta muy interesante conocer las vicisitudes de la vida del emigrante, sus temores, anhelos, ilusiones. Esas situaciones algo diferentes con las que se encuentra. Situaciones inesperadas a las cuales deberá adaptarse para no fracasar. No puede fracasar… no hay tiempo para el fracaso. La morriña, la melancolía, siempre estarán presentes, pero habrá que sacudírsela, sacársela de encima para poder continuar con optimismo en busca de la esperanza. A veces eran muchos los que dependían de la suerte del que se iba, por eso no había tiempo que perder. Cuantas menos lamentaciones, mejor.

Y la historia de todos aquellos que un día se fueron es digna de ser comentada y de cualquiera de ellas podemos adquirir valiosa enseñanza. Con la historia de cualquier emigrante nos sorprenderemos, sin duda. No es que los emigrantes fueran los únicos que sufrieron; los que quedaron en Galicia en los tiempos difíciles a los que nos hemos referido también tuvieron que sufrir lo suyo, por cierto. Pero, las experiencias de los emigrantes son peculiares, alejadas de la monotonía, llenas de imprevistos; por eso tal vez resultan tan interesantes.

‘Me voy a hacer la América… Me voy a hacer rico’… Muchos se alejaron de su tierra con esa ilusión, esa euforia a veces desbordante que los sacaba del letargo y los hacía vibrar, y a la primera contrariedad, o simplemente al primer encuentro con la realidad… se daban cuenta de que tenían que empezar de cero, que el ‘nuevo mundo’ también tenía sus espinas y era diferente a como se lo habían contado otros y él se lo había imaginado… Entonces la sonrisa demoraba en volver.

Algunos regresaban a Galicia después de un tiempo, bien vestidos, con relojes caros, con alhajas, haciendo ostentaciones, expresándose en forma distinta a la que utilizaran poco tiempo antes en su comarca, aparentando felicidad, nada más. Sin embargo otros volvían bien vestidos también, con cierto refinamiento, pero con humildad y con dinero en el bolsillo, con el ojo avizor y los pies en la tierra, la cabeza bien puesta, observando con atención a ver cómo y a quién podían ayudar. Luego, al regreso al país de adopción, se propiciaban acciones de ayuda, personales o colectivas, en diversas formas, construcción de escuelas, centros de salud y tantas otras. Y algunos otros ni siquiera pudieron regresar jamás… o no quisieron, tal vez para ocultar un fracaso, según ellos creían, o una amargura… o quién sabe qué sentimiento los dominaba, que los impulsó a encerrarse en sí mismos y adoptar la drástica decisión de no volver jamás a su tierra, aunque su pensamiento estuviera siempre allí, junto a los seres queridos que había dejado… Sí, de esos hubo unos cuantos… y aún hay.

Seguidamente incursionaremos en determinados aspectos de la vida de nada más que algunos de esos gallegos emigrantes, tres de ellos: Isidoro Manuel García, Eduardo Martínez y José Lage, testimonios vivientes, tal vez personas cuya historia es precisamente menos conocida o divulgada, pero que sin duda nos ilustrarán sobre matices que ya hemos tratado y acerca de otros que irán surgiendo. El cuarto testimonio, Antón Crestar, está basado principalmente en los apuntes de memoria que dejó.

De tal forma, conoceremos algo más acerca de las vicisitudes de nuestros emigrantes gallegos, antes de salir de su tierra y después de afincarse en su nuevo país de adopción. Estos testimonios nos harán comprender mejor los sentimientos de los que un día, por una u otra razón, decidieron alejarse de su paraíso o se vieron obligados a ello.»

2 pensamientos en “¡Me voy a hacer rico!… ¡Me voy a hacer la América!

  1. Mi padre no quería volver, porque le daba miedo volver, eran muchos años y no conocía a nadie y tampoco tenía dinero como para volver, pero siempre quiso a Galicia y como escribí yo en el relato de mi árbol genealógico, él escondía su moriña con mucho dolor, porque cuando no lo veíamos lloraba en un rincón, se emocionaba mucho con la música gallega y con la fala, y le gustaba mucho escuchar a Cristina Fernández, y si lo veía llorar en un rincón, le preguntaba que le pasaba, me decía ‘estoy muy resfriado.’ Su sentimiento hacia su tierra nunca lo perdió.

  2. Totalmente aplicable a los uruguayos que tuvimos que dejar el país buscando nuevos horizontes. Quizá no teníamos esa idea de «hacerse rico» en Europa pero sí de tener un mejor bienestar… Como siempre emocionantes tus relatos. Abrazo fuerte.

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